viernes, enero 30, 2004

Siguiendo con el tema: gracias a una opinión que leí en From Dream he descubierto una serie de cómics sobre aventuras de samuráis en el siglo XVI, que me está gustando mucho. De momento sólo he leído dos tomos de Usagi Yojimbo (así se llama el personaje protagonista, que da su nombre a la saga) y ahora me he enganchado y estoy deseando conseguir más (me conformo con el préstamo, claro).
Y una curiosidad de este cómic es que los personajes son animales antropomorfos, una cosa que comparte con el genial Blacksad. Supongo que ésto es lo que le da originalidad, porque las historias son clásicas (a veces son cuentos breves, al estilo de los cuentos populares, pero en general van engarzadas en una trama más general), y el dibujo es sencillo, bien hecho, limpio. Es un gusto leerlos, tan poco pretenciosos y tan entretenidos como son.

Y un saludo a los autores de From Dream, que me proveen de estas informaciones tan de mi gusto, y que reivindican el valor y la seriedad de los cómics de "animalitos" (como si fuesen más fáciles de hacer...)

miércoles, enero 28, 2004

Al final, me ha gustado El último samurái, aunque reconozco que todas las críticas que he leído tenían su razón de ser.
Lo cierto es que yo he pasado un rato estupendo, viendo una película bien construída, sin defectos de guión, con buen ritmo y todos los requisitos imprescindibles en una buena película de aventuras. Pero además, hay momentos emocionantes, distribuidos con medida, y suficientes explicaciones acerca de la cultura japonesa para que, sin pasarse, resulte comprensible (tampoco es un tratado sobre el arte japonés de la guerra, evidentemente). La ambientación, la fotografía, los paisajes, las armaduras, las espadas, todos los detalles me han hecho disfrutar de la película. Entiendo que no todo el mundo encuentre de su gusto tales asuntos, así que, ustedes mismos...

De los actores, mi preferido es Ken Watanabe (Katsumoto), que tiene un papel hecho para lucirse, la verdad. En la presencia de tantos secundarios perfectos, bien caracterizados, sí que he visto la influencia de Kurosawa: muchos de estos personajes parecen sacados de una de sus películas, y contribuyen mucho a dar autenticidad. De Tom Cruise sólo diré que, al menos, está correcto. Evidentemente, eché de menos a otro actor más consistente, más hecho, e incluso correoso, que le habría sacado más partido al papel. Pero éso es asunto del productor...

Reconozco (y será el único comentario objetivo que soltaré) que es una película efectista. Lo cual quiere decir que todo lo que aparece cumple su cometido con un mínimo de sutileza. No hay sorpresas ni el argumento hace ningún quiebro inesperado. Es una película americana: nada de experimentos, y todos sabemos que el protagonista no puede morir. No creo que esté desvelando nada del argumento con esta afirmación...
Finalmente, diré que a mí no me parece mal el efectismo, siendo una película del género que se trata, y estando bien hecha. El homenaje a La carga de la brigada ligera incluso me ha gustado; aunque nadie hacía estas cosas como Michael Curtiz, la escena tiene aliento épico (siempre quise decir esta frase!!)

He ido a ver la película con cierto prejuicio contra ella, esperando ver nada más que un entretenimiento, algo insustancial, pero, quizás precisamente por mi falta de expectativas, he disfrutado de una aventura de aire clásico, que, como ya he dicho, me ha acabado gustando mucho más de lo esperado.
Tampoco es Master and Commander (que me entusiasmó y mucho, las dos veces), pero puedo recomendarla a los amigos con tranquilidad.
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Una curiosidad que he encontrado: el palmarés de los Oscar de 1936, que me ha dejado preguntándome porqué estos grandes premios sólo alcanzan de refilón a las películas que de verdad acaban quedando triunfantes contra el tiempo. Y, de paso, vean qué pedazo de películas se hicieron ese año. Michael Curtiz, William Wyler, Frank Capra, Howard Hawks... Qué tiempos.

lunes, enero 26, 2004

El último samurái está entre mis películas pendientes, a pesar de que no soporto al señor Cruise, supongo que porque una está convencida de que, con samuráis, batallas y ambientación histórica, está garantizado un buen rato.
He leído unas críticas aceptables, otras algo peores y, por supuesto, he leído la Crítica definitiva.
En fin, mañana diré qué me pareció, si es que me pareció algo. Porque, por mucho que me guste Kurosawa, tampoco soy ninguna experta en cine japonés, arte japonés, ni en samuráis, ni en nada...

Y mi programa de radio favorito, sobre cine, ya tiene su página, donde se pueden oír las críticas de Teófilo, y algunas otras cosillas.

viernes, enero 23, 2004

Por desgracia, tengo que desalojar el ordenador y no puedo disfrutar viendo otra vez la película que acabo de conseguir: nada menos que Fahrenheit 451, una de las películas que más me han impresionado, y que, curiosamente, recordaba con mucha claridad, casi escena por escena, a pesar de haberla visto una sola vez cuando la pasaron en tv, y yo debía tener doce o trece años.
Por aquel entonces los sábados por la mañana solían poner alguna película, además de los consabidos programas infantiles-juveniles: las películas eran variadas, algunas bien raras para semejante público, y solía tratarse de una producción de género educativo de la Europa del Este (así aprendimos todos a decir Kóniek). Pero también vimos unas cuantas cosas buenas, la verdad. Lástima de cómo está hoy la tv.

Si no la han visto y quieren mantener el misterio, mejor no lean lo que sigue.

Recuerdo lo trasnochada que me pareció toda la decoración futurista de la película, que, paradojas de la moda, ahora parece moderna. Y recuerdo cómo se me quedó en la memoria la escena en que el protagonista empieza a leer un libro; es una escena emocionante, y dan ganas de leer con él.
Supongo yo que las escenas que se me quedaron más clavadas fueron las del final, tanto es así que he tenido toda mi vida en mente la perspectiva de tenerme que aprender algún libro de memoria, como única opción para salvarlo.
Y he llorado cuando el viejo moribundo le recita a su sobrino el libro que él ha aprendido para que no se pierda, y luego vemos al chico repitiendo el texto, con el anciano ya muerto, mientras cae la nieve. Soy de un sentimental que doy pena, ya lo sé. Pero es que era una obra de Stevenson.

Y, de paso, me pregunto (y pregunto, en general): qué libro elegiría cada uno para memorizarlo y salvarlo del olvido...

Más sobre la película Fahrenheit 451.
Y un saludo a Cisne Negro que me hizo recordar esta estupenda película, y me hizo despertar las ganas de verla.

jueves, enero 22, 2004

Estoy leyendo (vaya novedad!) un libro interesante, "La biblioteca desaparecida" de Luciano Canfora. Me gustó más otro libro, que leí hace tiempo, del mismo autor, que se titulaba "Una profesión peligrosa". Pero éste está muy bien, es ameno, entretenido y aclara muchos equívocos y lugares comunes acerca de la famosa biblioteca de Alejandría. No creo que haga falta ser fanático del tema para encontrarlo interesante, porque, al fin, son unas cuantas anécdotas seleccionadas, contadas con un tono natural: nada de pedanterías.
Evidentemente, trata de la biblioteca de Alejandría, pero no es el único asunto, sino que se va relacionando con acontecimientos históricos importantes para que llegaran allí ciertas obras, y con cómo ciertos pergaminos llegaron a conservarse y otros no...
Bueno, tal y como yo lo cuento no parece tan apasionante, así que voy a dejar esta reseña, en portugués, por si alguien quiere informarse mejor. En español no encontré nada tan explicativo, así que me rindo ante el predominio brasileño en la red (bien que hacen)

lunes, enero 19, 2004

He visto que el periódico El País no sólo vende enciclopedias, sino que además empieza a ofrecer novelas de aventuras en edición bolsillo, la primera de regalo, las demás por un precio económico.
No es que me parezca bien o mal, porque ellos sabrán lo que les conviene, pero es una lástima que saquen una colección con tan mal papel y una encuadernación tan pobre...
Pienso que si querían atraer a un público que habitualmente no lee, pero al que le gustaría pasar por culto, podrían haber elegido la típica edición de falso cuero y falsos lomos dorados, que, por lo menos, acababa adornando la casa de alguno de ésos que compran los libros por metros.
Los títulos de la colección son clásicos, tanto que lo normal es tenerlos en casa desde hace mucho tiempo. Incluso en destrozadas ediciones infantiles, que se guardan por sentimentalismo. Y no creo que a los lectores ya iniciados les vaya a atraer comprárselos en edicion tan mala.
Quizás sea la ocasión de comprar esos libros para todos aquellos estudiantes, trabajadores temporalmente desplazados y demás exiliados volantes lejos de casa, que así pueden leer esos libros familiares, sin tener que cargar con tomos. Porque el destino de estos libros es el contenedor de papel. Sin remordimientos.
Aunque supongo que todo esto ya lo saben los publicistas de los periódicos, y otras cosas que yo ignoro. Pero yo sólo me desahogo, que a éso he venido.

De paso, vuelvo a poner un enlace para que lean directamente el libro que ayer regalaban con el periódico. La Isla del Tesoro. Disfrútenlo.

Antes compraba dos periódicos el fin de semana. Un gasto que puede parecer poca cosa, pero en ciertas épocas miserables de mi vida, era un pico. Pero dejé de hacerlo, más o menos coincidiendo con el paso de la edición electrónica de El País a servicio de pago.
Y es que, para entonces, ya me había acostumbrado a encontrar información en Internet, competente, amplia y gratuita. Y el que Un periódico español me cerrase el acceso no fue muy significativo. Sí que lo fue el que tantos otros medios, personas, profesionales o no, se encontrasen a mi disposición. Todo el tiempo.
Sigue siendo más incómodo desayunar tropezando con el teclado y colocando la bandeja ante la pantalla, pero me voy apañando. Y no creo que el convertirse cada quiosco en un bazar me lo haga más atractivo.

viernes, enero 16, 2004

Bien, a pesar de lo que dijo Danuto el lunes sobre la película, he ido a verla, por una razón buenísima: la cartelera no daba más de sí.
Sí, me refiero a Love Actually, comedia romántica, aunque yo la encontré más cómica que romántica (pero quizás es que a mí el romanticismo me resbala bastante, sigh)
Bill Nighy hace un papel adorable, como Abuelo Rockero, impertinente y chiflado, que ya está de vuelta de todo y no tiene nada que perder. Un macarra bastante baqueteado, que compite con las modernas estrellas del pop, jóvenes y prefabricadas. Un tipo que recomienda: "niños, no compréis drogas; Haceos estrellas del pop, y os las regalarán". Una de las muchas frases geniales del secundario que será lo único que recordaré de la película (igual que lo único que recuerdo de Notting Hill es al tarado de Spike).

La verdad es que todo el reparto está bien. Y es un gran reparto. Aunque algunas historias son un tanto más empalagosas de lo conveniente, el ritmo no tiene la agilidad que debiera, y estaría bien que no todo fuese tan previsible, tan abocado al tópico final feliz.
En resumen, una película que no hace daño, que ya es bastante.

lunes, enero 12, 2004

Debido a la singular gentileza del señor J.Q., alias Cisne Negro, dispongo de bellas estampas con que adornar esta bitácora (en resumen: yupi, tengo dibujitos!!)

Para celebrarlo, he estado aderezando un poco ese engendro de página que intento hacer (de nuevo, gracias a Carmen por el sitio)
Y pongo a disposición del público un cuento de Isak Dinesen, que me gusta mucho y no encontraba por ninguna parte: me ilusionó tanto conseguirlo al fin, que aquí lo dejo para general disfrute... Se titula El pez, y se incluye en Cuentos de invierno . Es un poco largo, y la publicidad del sitio un tanto molesta, pero es lo que hay (si estoy violando algún derecho editorial, seguro que me lo hacen saber enseguida; mientras tanto, pueden leerlo)

sábado, enero 10, 2004


Fascinante, soy una unidad viajera, diseñada para la violencia y el sabotaje eficiente: buena definición para un Corsario, por ejemplo.

Lo he visto en P. Jorge, entre otros.
Además, hay unos tests muy entretenidos en Rapunzell, si les apetecen.

viernes, enero 09, 2004

No hay en la tierra un asunto sin interés; lo único que puede existir es una persona no interesada. Nada es más necesario que la defensa de las personas fastidiosas. Cuando Byron dividió la humanidad entre fastidiosos y fastidiados, omitió reseñar que las más altas cualidades residen íntegramente en los fastidiosos, y las cualidades inferiores, en los fastidiados, entre los que él se contaba. El fastidioso, por su brillante entusiasmo, su solemne felicidad, puede, en algún sentido, resultar poético. El fastidiado resulta seguramente prosaico.
Indudablemente, podemos considerar como un fastidio contar todos los tallos de las hierbas o todas las hojas de los árboles; pero no será porque seamos atrevidos y alegres, sino por nuestra falta de ánimo y alegría. El fastidioso seguirá adelante, enérgico y festivo, y le parecerán los tallos de las hierbas tan espléndidos como las espadas de un ejército. El fastidioso es más fuerte y más animoso que nosotros; es un semidiós y, si se quiere, un dios. Porque son los dioses los que no se cansan de la repetición de las cosas; para ellos el anochecer es siempre nuevo, y la última rosa tan encarnada como la primera.


Así empieza uno de los capítulos de "Herejes", el libro de ensayos que G. K. Chesterton dedicó a disentir con algunos de los grandes autores de su tiempo. Concretamente este se titula "Sobre Mr. Rudyard Kipling y la pequeñez del mundo". Es un libro lleno de contundentes argumentos, razonado y divertido, por más que no se compartan las tesis del autor.

Aquí puede leerse el ensayo en inglés.
Y, de paso, vuelvo a enlazar al G.K. Chesterton's blog.

Todo esto viene a cuento, porque me apetecía hacer un Elogio del Entusiasmo; siempre es mejor recurrir a quien lo haya hecho antes.
Y es que parece que mostrar entusiasmo te convierte en una persona infantil y un poco tonta: se ve que las personas maduras e inteligentes jamás encuentran nada más allá de aceptable, y viven en un perpetuo desdén por todo lo que las rodea. Yo soy incapaz de pasarme la vida poniendo mohínes, tolerando, todo lo más, algunas diversiones lenitivas, con aire de resignación.
Voy a reírme, vocear, pelear, burlarme y mostrar el más fervoroso entusiasmo, cada vez que me surja la ocasión. Éste sí que es un propósito de Año Nuevo que seguramente cumpliré.

jueves, enero 08, 2004

He vuelto a casa, al fin, y casi he llegado a besar la pantalla de mi máquina querida: debo ser una adicta.
Y ahora provocaré un poco al personal, diciendo que en estas entrañables fechas no he engordado, y que en mi famiglia no se hacen regalos. Así que los principales temas de conversación en estas fechas me resultan ajenos.
Ah, tampoco celebro las rebajas.
Y buen año a todos, que no lo había dicho...