martes, diciembre 19, 2006

Qué Es Ésto y Para Qué Me Sirve
(un poco de autocuestionamiento para celebrar el cuarto aniversario)

   1. escribo sólo si me apetece, nunca me obligo: incluso esos extractos de libros que suelto, los pongo porque a mí, en ese momento, me parecen significativos, quiero recordarlos y compartirlos.

  2. lo que escribo no tiene importancia ninguna, sólo que me interese y me divierta a mí (y a otras personas también, espero): saberse intrascendente, prescindible, me parece una sensación magnífica (y libre)

  3. no hay más finalidad que la que se observa a simple vista; no tengo ambiciones de escribir nada más que lo que escribo, y en cuanto sienta el mínimo asomo de obligación, lo dejaré y me dedicaré a otra cosa. Una afición es algo muy serio, ocupa tiempo y energía, pero la recompensa se encuentra en la propia dedicación (horas felices de concentración en una tarea que, vista desde fuera, es inútil y sin beneficio ninguno, ahhh)

  4. el entusiasmo es bueno, no quiero retenerlo, ni esperar que se me pase antes de escribir. Pero, aunque no mantenga esa pose de amargada superioridad, que queda tan elegante, tampoco voy por ahí dando saltos de alegría ante el primer lápiz verde que me muestren.

  5. no se puede caer bien a todo el mundo, y menos por escrito: los que creen que eres idiota simplemente pasarán de largo (si se toman la molestia de querer ofenderte, pierden su tiempo). Soy consciente de la impresión que puede sacar la gente, pero no voy a cambiar: la percepción que otros tienen de mí es, en su mayor parte, cosa suya.

  6. nada de querer sentar cátedra, sólo mi opinión sobre cosas que me parecen buenas, que son de mi gusto: de las malas, mejor ni hablar (tener que recordar y analizar libros horrendos y películas estafadoras, sería como tener que volverlos a soportar de nuevo, y con una vez me basta).

  7. siempre hay gente que, cuando surge un nuevo medio de expresión, pretende delimitar qué se debe hacer con él: es tan tonto como decirle al dueño de un cuaderno qué debe escribir o dibujar en él. El cuaderno es mío y haré con él lo que me plazca: no tengo ninguna obligación de ajustarme a los parámetros y cuadrículas que otros tengan en sus mentes. Bastante tengo con mis propias limitaciones, oigan.

  8. un blog es justo lo que andaba buscando cuando lo encontré: un modo de compartir esas opiniones, recortes, enlaces, lo que fuera, que andaba recopilando. Lástima que la mayoría de las personas para las que quería escribirlo no tenían conexión a internet (y, aún hoy, muchas siguen igual); a cambio, he encontrado otras personas que se han interesado en lo que yo tengo que contar y, sobre todo, he encontrado un montón de personas de las que me interesa lo que cuentan (y cómo lo cuentan, y qué les pasa, y cómo les va...)

jueves, diciembre 07, 2006




Cumplimos cuatro años de este cuaderno de bitácora (así empezaba), y lo celebramos con estas pocas flores de buganvilla que sobreviven a los últimos temporales.
un saludo

domingo, diciembre 03, 2006

Tengo la costumbre de hacer acopio de películas para ver en las Entrañables Fiestas, previendo (juiciosamente) que nunca pondrán en la tele nada de mi agrado; y, si lo ponen, o no me enteraré a tiempo, o pondrán tantos anuncios que mi atención entrará en barrena y al cuarto de hora me encontraré mentalmente ausente (en veinte minutos, también físicamente).

Con el tiempo, se ha creado una tradición, en la que hay algunos títulos clásicos (y Entrañables, claro), y también películas que a mí me parecen típicas de la época. Con ánimo de compartir información, y dar ideas, aquí dejo unas cuantas.

1) La princesa prometida (The Princess Bride, 1987). Completamente imprescindible y necesaria para afrontar algunas tardes invernales especialmente aburridas. De paso, recuerdo que Mandy Patinkin, ahora más conocido por aparecer en la serie "Mentes criminales" (como Jason Gideon), será, para muchos de nosotros y para siempre, Íñigo de Montoya.

2) Willow (1988). Supongo que hay una razón generacional para el aprecio que siento por esta película (igualmente para la anterior), pero aún disfruto viéndola y me pone de buen humor: razones de mucho peso.

3) No somos ángeles de Michael Curtiz (We`re No Angels, 1955). Cuando los tópicos empalagosos llegan a estragar el paladar, nada como una buena dosis de humor negro del bueno, con tema navideño de fondo. Y además, es una película muy buena, y Bogart era un gran cómico.

4) La taberna del irlandés de John Ford(Donovan`s Reef, 1963). Más navidades tropicales, esta vez sin humor negro, y sí mucho humor blanco. Todo el encanto de John Ford, en una película considerada menor (todo lo menor que puede ser Él), recomendable para olvidar el clima invernal, y añorar doradas arenas.

5) Me enamoré de una bruja (Bell, Book and Candle, 1958. Todo comienza una nochebuena, en esta comedia ligera con James Stewart y Kim Novak de protagonistas, con acompañamiento de secundarios muy principales, como Elsa Lanchester o Jack Lemon. Hay, además, razones estéticas para verla: no se pierdan el vestuario de Kim Novak, ni el mobiliario y la decoración de las casas (parecen de un suplemento de ayer mismo). Y siempre se agradece reírse un rato, con estas películas de tiempos en que la comedia era más ingenua (pero se mantenía en pie la trama, por inverosímil que fuese).

Si quieren añadirme alguna de las más tópicas, les diré que, de Frank Capra, prefiero ver Un gangster para un milagro(1961) antes que Qué bello es vivir (1946). Un poco de frivolidad, por favor.