lunes, octubre 16, 2006


Después de una furiosa batalla fueron capturadas tres galeras, incluso la almiranta, que Saint-Clément, el comandante de los Caballeros [de Malta], mandó abandonar mientras escapaba con su tesoro a la costa de Montontichiaro. Sesenta caballeros y hermanos sirvientes fueron muertos o cautivados.
El orgullo de los Caballeros quedó profundamente humillado. Cuando Saint-Clément regresó a Malta estuvo en peligro de ser colgado por el populacho, y sólo pudo salvarse por intervención del Gran Maestre. Fue entonces juzgado por el Tribunal secular, condenado a muerte y estrangulado en su celda; su cuerpo, metido en un saco, fue arrojado al mar. El fracaso, y menos aún la cobardía, no eran jamás perdonadas por los de la Orden.


"Historia de la Piratería. Los Corsarios Berberiscos", Philip Gosse
Cap. III, Los sucesores de "Barbarroja"
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Debe haber una relación entre la lectura de sangrientas historias, de preferencia truculentas, y el placer que produce echarse encima una mantita o ponerse el primer par de calcetines del otoño. Se ve que hay historias que sólo se disfrutan en su sazón si se leen con la lluvia golpeando los cristales. Igual que hay novelas que parecen hechas para leerse a bordo de un tren.
Así que, en medio de esta lluvia de costado (porque aquí llueve en diagonal, e incluso en horizontal), es mejor quedarse en casa e ir buscándose acomodo en el sofá.

martes, octubre 10, 2006




todo ésto lo he visto en Baeza, uno de esos lugares donde puedes callejear dos días y seguir encontrando rincones que te sorprenden.

Y también he estado aquí,


en Úbeda, y nada de chistes fáciles sobre aquellos cerros.