viernes, marzo 31, 2006

Contemplando las cosas con cierta perspectiva, los inconvenientes del trabajo, los bajos sueldos y otras miserias inherentes al sistema, no son nada, comparados con la posibilidad de tomarse una cervecita en una terraza.
El primer día en que te atreves a llevar manga corta, en que no llevas calcetines gordos. Ese placer del cuerpo reconquistando el aire libre, ese expandirse la piel, respirar los poros, esa voluptuosidad del cambio de temperatura, de luz.
Oler las frutas nuevas en el mercado. Ver mudar de colorido a los maniquíes en los escaparates. Flores, gafas de sol, piernas al aire.
Qué más se puede pedir, si además es viernes.

viernes, marzo 24, 2006

A veces, no apetece leer nada, nada en concreto al menos. Se empiezan varios libros y, sin motivo aparente, se abandonan. Se busca algo distinto de lo que tenemos a mano. Y se entra en el Síndrome del Lector Renuente. Se ojea, se revuelve en el fondo de las estanterías, incluso se busca entre las novedades. Nada.
Sólo queda refugiarse en la literatura policíaca, a la espera de un cambio de viento que nos devuelva el entusiasmo.
Me gusta Lorenzo Silva, y su sargento Bevilacqua (tiene nombre de envenenador del Renacimiento). Ya he terminado El lejano país de los estanques, y llevo empezada La niebla y la doncella. Sospecho que no estoy respetando el orden de las obras, pero creo que tampoco importa tanto. Me gustan esas tramas sin pretensiones de espectacularidad, cotidianas: la ambientación y su verismo son la mitad del interés del género, según yo lo veo.
Hoy por hoy, puede que la Novela Realista sea imposible como tal, pero, en cierto modo, pervive dentro de ese género (de apariencia menor) que se llama policíaco.

viernes, marzo 17, 2006

OTOMO NO YAKAMOCHI (718-785)

kasasagi no
waterasu hashi ni
oku shimo no
shiroki wo mireba
yo zo fukenikeru

cuando miro la escarcha
sobre el puente trazado por el vuelo
de las picazas, sé
que la noche se ha hecho
más y más honda

(Invierno, Shinkokinshû)


La leyenda de Tanabata, de origen chino, narra el amor imposible entre Shokujô, la Dama Tejedora (Vega), y Kengyu, el Boyero (Altair), separados por la Vía Láctea. Los dioses, compadecidos, les conceden reunirse una vez al año: la noche del séptimo día del séptimo mes del calendario lunar. Las picazas tienden un puente con sus alas para que el Boyero pueda cruzar la Vía Láctea y reunirse con su amada.

Cien poetas, cien poemas. Hyakunin isshu. (Antología de poesía clásica japonesa). Fujiwara Sadaie.
Traducción, introducción y notas: José María Bermejo y Teresa Herrero. Ed. Hiperión.

martes, marzo 14, 2006

MINAMOTO NO TSUNENOBU (1016-1097)

yû sareba
kadota no inaba
otozurete
ashi no maroya ni
akikaze zo fuku

anocheciendo
oigo un ruido de hojas
en mi campo de arroz...
en mi choza de caña,
sólo el viento de otoño...

(Otoño, Kinyôshû)


Kokekotoba*: otozurete ("sonido de roce" y "venir a visitar"). Se supone que el poeta está esperando la visita de alguien, pero, en su ansiedad, confunde el sonido del viento sobre las plantas con los pasos de alguien que se acerca.

Cien poetas, cien poemas. Hyakunin isshu. (Antología de poesía clásica japonesa). Fujiwara Sadaie.
Traducción, introducción y notas: José María Bermejo y Teresa Herrero. Ed. Hiperión.
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*Las palabras-eje o kokekotoba son palabras de doble significado, un recurso poético.

miércoles, marzo 08, 2006

Un tópico que hasta escuece tener que reconocer: cuando algo te falta es cuando notas su importancia. Cinco días sin internet (ni ordenador) por culpa de una pantalla que se muere y hay que reemplazar: al fin mi equipamiento entra en el nuevo siglo y abandono el viejo monitor por un tft (ocho años me ha durado).

Unos días en que podría haber leído, o lo que fuese que yo hacía con mi tiempo antiguamente, cuando no tenía ordenador (ni tele), pero el caso es que ni he leído más, ni he hecho nada más que revolverme como fiera enjaulada, e hincharme de ver series en dvd. Hasta he comprado revistas.

También se puede vivir sin microondas. Te fastidia, una vez que te habías acostumbrado a usarlo, pero no es dramático: pones la cazuela a calentar y listo. En cambio, a falta de internet, no hay métodos más rústicos de obtener el mismo resultado. Por aproximación, leerse tres periódicos, un par de revistas, ojear media librería, y hablar de la actualidad (informativa y personal) con veinticinco personas de variado criterio puede dar un resultado parecido. Pero resulta muchísimo más difícil de conseguir, más costoso en tiempo y dinero, a veces imposible.
Así que nos volvemos adictos a la red.

Por otra parte, me pregunto si ésta es la felicidad que dicen depara el consumismo: yo estoy muy feliz con mi monitor requetenuevo, con una sensación de maravilla que recuerdo de los tiempos de deslumbrarse al ver una página web por primera vez, o (más allá) al ver una peli en vídeo, o los efectos especiales allá por los años ochenta. Es bueno descubrir que no estamos ahítos de maravillas.