domingo, abril 30, 2006

Existe un disfrute sutil de las cosas, un disfrute por delegación, que se produce, por ejemplo, cuando se está comiendo una tapa de ensaladilla de gambas y se piensa en cuánto le gustaría a cierta amiga (que se encuentra a quinientos kilómetros de distancia y no se encuentra, por tanto, en disposición de degustarla ahora mismo). Igual vale para un lugar, un paisaje, un suceso o cualquier otra concrección del espacio-tiempo.
También se produce cuando leemos un libro, un relato, un artículo en una revista, y al momento se nos viene a la mente lo interesante que lo encontraría y cómo podría comentarlo una persona concreta, un amigo. Y leemos, disfrutando por delegación, al pensar en el disfrute que le produciría.
Podría ser que estuviéramos desdoblándonos en dos lectores simultáneos, pero a veces creo que, en estos casos, no es uno mismo el que está leyendo: se lee revestido de otra personalidad, que conocemos bien, se lee con otros ojos.
Claro que, igualmente, podría dudar de que fuese yo misma la que el otro día saboreó una tapa, (tan abstraída estaba en lo feliz que le haría a otra persona), por más que fue mi estómago el que la digirió.

sábado, abril 22, 2006

Tengo la teoría de que hay libros que sólo llegan a disfrutarse si se han hecho otras lecturas previas (o se tiene una cierta edad, ciertas experiencias, o lo que sea que le haga a uno menos impaciente y más juicioso, si es posible tal cosa). Igual que hay plantas que sólo arraigan en ciertos sustratos, estos libros sólo echan raíces en nosotros cuando existe el adecuado sedimento.

En cambio, hay otros libros que pueden devorarse en cualquier momento, con cualquier humor y predisposición, a cualquier edad. Y siempre nos agradan. No es mejor ni peor, sólo es diferente.

Así que supongo que todos tenemos nuestros favoritos de ambas clases y supongo, también, que existen Libros Renombrados Que No Hemos Podido Tragar, libros que ejercen una dura resistencia a nuestra voluntad de leerlos.
Puede que no nos cayesen en las manos en el momento adecuado, pero seguro que hay más lectores que no han podido con La Montaña Mágica, con Faulkner, o Los Miserables, o Dostoievski. Y ahora que se va a celebrar el Día del Libro, puede que sea buen momento para confesar que hay libros clásicos, muy recomendados, que encuentro insoportables.

viernes, abril 14, 2006

A partir de una llamada a nuestros orígenes como lectores, a los libros que marcaron nuestra infancia, leída en Doceava Noche, se me ocurre plantear la cuestión aquí, porque soy una sentimental: Qué libros han maravillado mi infancia y juventud (considerando ésta última bastante dilatada, ejem).

1) Kim, de Rudyard Kipling. El libro que te hace desear una vida libre y anarquista, entre las callejuelas de Lahore, y tener a un santón budista por maestro y amigo (y a un tratante de caballos afgano por compinche en el Gran Juego).
La ficción más deliciosa de la infancia. Y uno de los libros que más veces he releído.

2) Las aventuras de Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle. La vida de Londres como un puzzle, la inteligencia como el arma definitiva, empieza la caza, Watson.
El culpable de mi larga afición al género policíaco: el primer crimen no se olvida (fue a los doce años).

3) El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien. El primer libro que deseé no haber leído para poderlo leer, de nuevo, por vez primera. Quince años tenía cuando lo empecé, y cada volumen me duraba un mes, el tiempo justo que tardaba en ahorrar el dinero para comprarme el siguiente.

4) La isla del tesoro, de Stevenson. Un libro que te agarra del pescuezo y te sumerge en la trama, desde la primera página, la del mapa de la isla (porque, ¿quién no ha dibujado alguna vez un mapa del tesoro?)

5) Las paradojas de Mr. Pond, de G. K. Chesterton. El espectáculo puro: el gran prestidigitador saca un conejo del sombrero, pero a veces no es un conejo sino un cocodrilo, o su abuelita. Y lo hace delante de tus narices y avisándote de que todo es, ha sido y será... una paradoja.

Éstos son los libros que, con gusto, recomendaría para leerse antes de llegar a la mayoría de edad. No significa que yo así lo hiciese, pero los consejos se dan cuando ya es tarde para aplicárselos a uno mismo, generalmente.

domingo, abril 09, 2006

Aunque las recomendaciones de mis conocidos tienden hacia Greenday, o Franz Ferdinand (se acercan a mis gustos, pero no dan de lleno), los dos grupos que más escucho últimamente son suecos (el rock en los países escandinavos está muy vivo), y tampoco son novísimos precisamente:

The Hives sacó Tyrannosaurus Hives en 2003, y su recopilatorio Your New Favourite Band en 2001.

El último disco de The Hellacopters es del 2005, Rock & Roll's dead, pero el otro que oigo constantemente es By The Grace Of God (creo que del 2002). Desde luego, no son precisamente un grupo de recién llegados y tienen discografía en abundancia. En su página se pueden escuchar sus alegres cancioncillas.

Y los nombres de ambos empiezan por H. Qué curioso.

martes, abril 04, 2006

El día 2 de abril es el día del Libro Infantil y Juvenil y se me ha pasado completamente. Aunque sea un poco tarde, sigue siendo buen momento para enlazar uno de mis cuentos favoritos (creo que el mejor cuento de animales jamás escrito): Rikki-tikki-tavi de Rudyard Kipling.
De paso, Sredni Vashtar de Saki es un gran cuento con animales, de un estilo bien distinto.

Curiosamente hace tres años recomendé el mismo cuento, por las mismas fechas. Una prueba de la resistencia en el recuerdo de las cosas buenas, por ejemplo.
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En The Night of the Hunter sí que saben celebrar las efemérides importantes, a tiempo y comentando Diez Grandes Películas que todos los niños deberían ver antes de los catorce. Recomendaciones como éstas merece la pena apuntárselas: me faltan unas cuantas películas y, ay, tengo más del doble de catorce años.