martes, mayo 22, 2007


Al pueblo no le gusta la mala literatura. Le gusta, sí, literatura de cierto género, y le gusta, aun cuando sea mala, con preferencia a la de otro género, aun cuando ésta sea buena. No veo en ello nada de absurdo; la línea divisora entre diferentes tipos de literatura es tan real como la que separa el llanto de la risa; y decir a gentes que no pueden obtener más que comedias malas, que ponéis a su disposición una tragedia de primer orden, es como ir a ofrecer a uno que tirita bebiendo café caliente un helado de clase indudablemente superior.
Si al público común y corriente le disgustan las exquisiteces modernas, no es porque sean buenas o sean malas, sino porque es otra cosa lo que apetece. Si a estas gentes hacinadas en calles imposibles y hambrientas de aventura y secretos violentos les vamos a preguntar qué prefieren, una buena novela policíaca como
Estudio en escarlata, o la Autobiografía de Mark Rutherford, que es un excelente monólogo psicológico, indudablemente se pronunciarán por la novela. Pero no a causa de que la Autobiografía sea un excelente monólogo, sino porque, con toda evidencia, es una mala historia de detectives...

Capítulo V. La Gran Popularidad.
Charles Dickens, de G. K. Chesterton. Traducción de Emilio Gómez Orbaneja (editorial pre-textos)

miércoles, mayo 16, 2007

Lugares comunes.
(esas afirmaciones rotundas, que no se basan en más pruebas que la opinión generalizada, y cuya diaria repetición llega a irritar ya)

1) Vivienda. Si pagas un alquiler, al final no tienes nada (en cambio, pagar una hipoteca te convierte en propietario).
En ambos casos se consigue lo mismo: tener un techo sobre tu cabeza. En ambos casos el propietario es otro. La esperanza de que ese pisito donde vives sea finalmente tuyo, cuando te jubiles, es el cebo en el anzuelo de tu banco. No sólo tienen tu piso, te tienen a tí.
Y que alguien me demuestre, con números, esa gran ventaja de la compra sobre el alquiler. Hechos, por favor.

2) Natalidad. Si no crece, no habrá quien pague nuestras pensiones.
Hacer extrapolaciones para dentro de treinta años considerando que la situación va a permanecer inmutable me parece sin sentido. Además, plantearse tener hijos para que te paguen la pensión me parece una finalidad absurda (y mezquina) para la reproducción humana.

Y una natalidad baja es algo malo, malísimo
¿Por qué? ¿Acaso se necesita mano de obra masiva para segar el trigo o como carne de cañón para el ejército?
Y luego dicen que hay atascos.

3) Otras afirmaciones que, directamente, no entiendo cómo pueden justificarse: una máquina con ruedas te da libertad, los extranjeros vienen a quitarnos el trabajo, los funcionarios sí que viven bien, las mujeres tienen instinto maternal, los maestros tienen tres meses de vacaciones...
Y la luna está hecha de queso, aunque hay discusión aún sobre si es gouda o roquefort. Claro que sí.

domingo, mayo 06, 2007

1) El forastero cuenta de la nueva temporada de Buffy en cómic (la octava), y yo estoy deseando verla por aquí. Hay que ver lo que cuesta despedirse de algunas series cuando se acaban; no se pierde del todo la esperanza de ver una continuación, un reenganche, lo que sea con tal de ver a los personajes de nuevo en acción, otro giro más en la vieja historia. Hay cierta melancolía en añorar una serie lo bastante como para seguirla incluso más allá de su muerte televisiva.

2) De entre las historietas más punzantes y también más tiernas y surreales: Liniers es Grande y éstas son de mis favoritas de todos los tiempos.
(y los libros se venden también en España)

3) Y Alberto Montt, es Igualmente Grande, con su dibujo redondeado y con caracolillos, sarcástico en ocasiones. Creo que lo descubrí en Carpe Diem, que está en todo. Me gusta mucho esta viñeta, no se la pierdan.

4) Mi dentista me comenta sobre el excelente material de la nueva funda que me ha puesto en una muela, que probablemente me dure toda la vida... y más aún. Y yo le respondo que quedará de mí, tras la incineración, un montón de cenizas y La Muela. Me informa de que en Japón ya prohíben incinerar a quienes tengan fundas de metal en los dientes (tóxico para el ambiente) y continuamos la conversación sobre temperaturas de fusión. Suelo salir de buen humor del dentista, a pesar de la inevitable factura, y creo que todo se debe a la charla, un arte al que no se le suele dar importancia (y es vital).