viernes, abril 14, 2006

A partir de una llamada a nuestros orígenes como lectores, a los libros que marcaron nuestra infancia, leída en Doceava Noche, se me ocurre plantear la cuestión aquí, porque soy una sentimental: Qué libros han maravillado mi infancia y juventud (considerando ésta última bastante dilatada, ejem).

1) Kim, de Rudyard Kipling. El libro que te hace desear una vida libre y anarquista, entre las callejuelas de Lahore, y tener a un santón budista por maestro y amigo (y a un tratante de caballos afgano por compinche en el Gran Juego).
La ficción más deliciosa de la infancia. Y uno de los libros que más veces he releído.

2) Las aventuras de Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle. La vida de Londres como un puzzle, la inteligencia como el arma definitiva, empieza la caza, Watson.
El culpable de mi larga afición al género policíaco: el primer crimen no se olvida (fue a los doce años).

3) El señor de los anillos, de J.R.R. Tolkien. El primer libro que deseé no haber leído para poderlo leer, de nuevo, por vez primera. Quince años tenía cuando lo empecé, y cada volumen me duraba un mes, el tiempo justo que tardaba en ahorrar el dinero para comprarme el siguiente.

4) La isla del tesoro, de Stevenson. Un libro que te agarra del pescuezo y te sumerge en la trama, desde la primera página, la del mapa de la isla (porque, ¿quién no ha dibujado alguna vez un mapa del tesoro?)

5) Las paradojas de Mr. Pond, de G. K. Chesterton. El espectáculo puro: el gran prestidigitador saca un conejo del sombrero, pero a veces no es un conejo sino un cocodrilo, o su abuelita. Y lo hace delante de tus narices y avisándote de que todo es, ha sido y será... una paradoja.

Éstos son los libros que, con gusto, recomendaría para leerse antes de llegar a la mayoría de edad. No significa que yo así lo hiciese, pero los consejos se dan cuando ya es tarde para aplicárselos a uno mismo, generalmente.

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