domingo, noviembre 27, 2005

He visto (en el suplemento Babelia del diario El País) que han publicado en español un par de novelas clásicas de la literatura japonesa: Una trata de amoríos en medio de la vida de la corte, la otra es una epopeya, una lucha entre clanes de samuráis.

Por desgracia, el precio al que se venden me impide hacerme con ambas (siendo realista, con ninguna), pero, de momento, he anotado al Heike Monogatari en el primerísimo lugar de mi (improbable) Lista de los Deseos. Y es que, según he leído toda esa promesa de batallas épicas, combates, intrigas y tragedia, me he dicho que tengo que tener ese libro.

Todo lo que he leído de la literatura japonesa clásica, desde antiguos haikus a cuentos de fantasmas, o la historia de Los cuarenta y siete ronin, y el último creo que fue El libro de la almohada, me ha atrapado, sobre todo por ese sentido de la fugacidad, del momento perfecto y perecedero, que tan bien saben describir.
Algunos relatos tienen esa serena melancolía, a veces más elegante, a veces más filosófica o trascendente, un sentimiento que, personalmente, me ha recordado a un poema de Quevedo, Miré los muros, o a los bodegones de Zurbarán. Una curiosa impresión, nada más.
Intentaré seguir encontrándole nuevos encantos a esta literatura.

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