domingo, octubre 30, 2005

El libro más moderno que he leído últimamente es Tristram Shandy, de Laurence Sterne. Puede parecer una pose, pero lo cierto es que me ha entusiasmado, me ha parecido original, lleno de escenas divertidas, contado con desparpajo y alegría.
Es uno de esos libros que uno se pregunta cómo es que no le han caído en las manos antes. En mi caso, sobre todo porque su autor fue un gran admirador de dos de mis escritores favoritos, Rabelais y Montaigne (imaginando una mezcla de ambos, se pueden hacer una idea del libro y su particular gracia). Y, además, declara cuánto le gusta el sentido del humor de Cervantes (del que tanto se ha hablado en este año, y que no se ha quitado de encima esa reputación plomiza que le acompaña, sino todo lo contrario: paradojas de los centenarios oficiales).
En general, parece un libro escrito a vuelapluma, al estilo de lo que decía Montaigne de sí mismo, que prefería volver a escribir una página que tener que meterse a corregirla. Siempre me ha gustado esa actitud, por más que, viendo los resultados, se sospecha que los antiguos sí que sabían escribir (o por lo menos sabían disimular el trabajo que les costaba).
Desde luego, es un libro moderno, lleno de disquisiciones acerca del proceso mismo de escribir, de lo que es una novela, de cómo se puede contar una historia (estos temas creo que gustan por la blogosfera). Sobre todo, es un ejemplo de cómo extender unas pocas anécdotas, con el debido suspense, para poder contar todo lo que uno quiera acerca del mundo entero y lo que contiene: el lector se queda enganchado apenas empezado el primer volumen, queriendo saber más acerca del tío Toby, de Yorick, del padre y la madre del protagonista, y del mismo Tristram, si es que consigue nacer.

Lo único malo es que el volumen que lo contiene es un tanto grueso y poco manejable, y que las notas están todas al final (lo que significa que hay que leer con una señal puesta en ellas). Pero, total, es mucho mejor ignorar las notas, salvo que hagan falta para comprender algo, como recomienda el propio autor de las mismas y traductor, Javier Marías
El texto completo, en su idioma original, se encuentra aquí.

Una opinión leída en Noveno Arte me animó a leerlo, después de llevar un tiempo resistiéndome a hincarle el diente (no es bueno ponerse en plan reticente sin motivo).
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De propina, un Manual de conversación de oficina, por si a alguien le sirve.

domingo, octubre 23, 2005

A veces decía, con su descarada manera de hablar, que la seriedad era un bribón andante; y añadía --que de la especie más peligrosa además: --pues era un bribón solapado; y que creía sinceramente que más gente honrada y bienintencionada se veía despojada de su dinero y sus bienes por ella en un solo año que por los hurtos de las tiendas y las raterías en siete. Solía decir que el festivo temperamento que un corazón sincero siempre pone al descubierto no encerraba peligro --más que para sí mismo:-- mientras que la misma esencia de la seriedad era la maquinación y, en consecuencia, el engaño; --era un truco que se enseñaba y se aprendía con el objeto de adquirir reputación a los ojos del mundo aparentando más conocimientos e inteligencia de los que se tenían; y, con todas sus pretensiones, --no era mejor (sino a menudo peor) que como la había definido hacía ya tiempo un gran ingenio francés, --a saber: La seriedad es un continente misterioso del cuerpo que sirve para ocultar los defectos de la mente*; --y Yorick, con enorme imprudencia, decía que tal definición merecía escribirse con caracteres de oro.

Tristram Shandy, de Laurence Sterne. Vol. I, Cap. XI
(traducción y notas de Javier Marías)

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*Una de las famosas Maximes de François de la Rochefoucauld (1613-1680), el gran ingenio francés.

lunes, octubre 17, 2005

à la mode

1) cuanto más incómoda resulte una tendencia, más probable es que triunfe: desde el corsé a los zapatos de puntera y tacón afiladísismo.

2) especialmente, triunfará cualquier estilo que modifique la apariencia de la figura humana para hacerla parecer cualquier otra cosa: un reloj de arena con corsé, un trapezoide con hombreras, un tentetieso con plataformas.

3) la moda jamás se repite a sí misma: el color, la hechura, la forma de la solapa o las hombreras, cambiarán sistemáticamente para evitar que pueda seguir usándose la misma ropa demasiado tiempo (los revivals serán sólo de décadas pasadas, de las que nadie conserva ya ni una bufanda)

4) las revistas de moda siempre usan adjetivos de modo que signifiquen justo lo contrario de lo que quieren decir: urbano, desenfadado, ponible, femenino, juvenil, combinable.

5) a largo plazo, la mejor elección es la de la actual cabeza de la Iglesia de Inglaterra: quedarse anclada en lo que a una le gusta, y esperar tranquilamente que la moda vuelva a pasar por nuestro estilo, treinta años después (los jipis setenteros han tenido que esperar menos, así que quizás los ciclos se están acortando)