domingo, octubre 23, 2005

A veces decía, con su descarada manera de hablar, que la seriedad era un bribón andante; y añadía --que de la especie más peligrosa además: --pues era un bribón solapado; y que creía sinceramente que más gente honrada y bienintencionada se veía despojada de su dinero y sus bienes por ella en un solo año que por los hurtos de las tiendas y las raterías en siete. Solía decir que el festivo temperamento que un corazón sincero siempre pone al descubierto no encerraba peligro --más que para sí mismo:-- mientras que la misma esencia de la seriedad era la maquinación y, en consecuencia, el engaño; --era un truco que se enseñaba y se aprendía con el objeto de adquirir reputación a los ojos del mundo aparentando más conocimientos e inteligencia de los que se tenían; y, con todas sus pretensiones, --no era mejor (sino a menudo peor) que como la había definido hacía ya tiempo un gran ingenio francés, --a saber: La seriedad es un continente misterioso del cuerpo que sirve para ocultar los defectos de la mente*; --y Yorick, con enorme imprudencia, decía que tal definición merecía escribirse con caracteres de oro.

Tristram Shandy, de Laurence Sterne. Vol. I, Cap. XI
(traducción y notas de Javier Marías)

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*Una de las famosas Maximes de François de la Rochefoucauld (1613-1680), el gran ingenio francés.

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