A partir de un comentario que leí en Trapo sobre el Amateur, he recordado lo que escribió Chesterton en su Autobiografía, acerca de su padre (cap. II: El hombre de la llave dorada), gran artista, y fabricante de teatrillos de cartón:
En definitiva, me alegro de que no llegara nunca a ser un artista. Podría haberle impedido ser un aficionado; podría haber estropeado su carrera; su carrera privada...
Una afición no es un asueto. No es solamente un descanso momentáneo, necesario para reanudar el trabajo; y en este aspecto hay que distinguirlo de lo que se llama deporte. Un buen juego es una gran cosa, pero no es lo mismo que una afición; y muchos juegan al golf o van de caza, porque es una forma concentrada de recreo; del mismo modo, lo que nuestros contemporáneos encuentran en el whisky, es una forma concentrada de lo que nuestros padres encontraban esparcido en la cerveza. Si es necesario medio día para sacudir a un hombre o renovarlo, se hace mejor por medio de una excitación aguda y de competencia, como es el deporte. Pero una afición no es medio día, sino media vida. Sería cierto acusar al aficionado de vivir una doble vida. Y las aficiones, sobre todo las aficiones como el teatro de juguete, poseen un carácter que va paralelo con el esfuerzo práctico profesional, y no es meramente una reacción contra él. No se trata sólo de hacer ejercicio; se trata de trabajar. No se trata sólo de ejercitar el cuerpo en lugar de la mente, una cosa muy buena, pero reconocida ya por todos. Se trata de ejercitar el resto de la mente; una cosa harto abandonada en nuestros días. Cuando Browning, aquel victoriano típico, dice que le gusta enterarse de que un carnicero pinta y un panadero escribe poesía, no se quedaría satisfecho con el relato de que un carnicero juega al tenis o que un panadero juega al golf...
En fin, el capítulo es largo, así que he elegido un fragmento y lo he dejado a su disposición, listo para ser leído
Mientras tanto, seguiré viviendo sólo de citas e ideas robadas.
Hace 1 semana
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