Me gusta una idea que anda rondando en la Vida de Samuel Johnson, y que he extraído en algunos fragmentos aquí expuestos. Y es que hay que leer lo que nos plazca, fuera de obligados senderos, de itinerarios de lectura marcados. Porque es lo que leemos por nuestro propio impulso y necesidad lo que luego nos aprovecha.
Quizás es que yo también leí todo lo posible antes de los dieciocho o veinte años, y luego ya apenas he extendido mi horizonte. Mi época de leer sin medida fue la adolescencia. Los grandes atracones de novelas, las noches leyendo una historia que era imposible abandonar sin llegar al final. Ahora mismo, que supongo que tengo un gusto formado (sólo lo supongo), se lo agradezco a las novelerías que leí a escondidas, cuando tenía que estar cumpliendo mi obligación estudiantil de leer libros de los llamados serios, para clase.
No cuento ésto para dar consejos, ni impartir doctrina; sólo quiero celebrar que aún dure el entusiasmo de aquellas lecturas felices (recordadas con nostalgia), que aquel impulso aún me mantenga aquí, leyendo y compartiendo mis lecturas. Puro sentimentalismo.
Hace 2 días
1 comentario:
Coincido contigo en ese vicio lector de la adolescencia. Recuerdo aquellas eternas vacaciones de verano, ¡quién las tuviera ahora! en que me devoraba a Julio Verne o aquella otra en que me leí las obras completas de Agatha Christie. Besitos.
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