lunes, mayo 12, 2008

De Vida de Samuel Johnson, James Boswell (editorial Acantilado)


Al estimar sus progresos intelectuales durante estos dos años, así como en las posteriores épocas de su vida, no debemos tener en consideración sus apresuradas confesiones de haber pecado de pereza, pues bien se ve, tan pronto se explicaba mejor, que se había dedicado a pertrecharse de distintos modos, y él mismo, en efecto, concluía el relato diciendo: «No quisiera, señor, hacerle pensar que por entonces me pasara las horas mano sobre mano.» Desde luego habría podido estudiar con mayor asiduidad y aplicación, pero es lícito suponer que un espíritu como el suyo se haya enriquecido mucho más vagando a sus anchas por los campos de la literatura que confinado a pacer en un solo prado. La analogía entre cuerpo y alma está muy extendida, y el paralelismo bien alcanza hasta el alimento de uno y otro, así como alcanza cualquier otro particular. La carne de los animales que se alimentan de un modo itinerante resulta, según común acuerdo, mucho más sabrosa que la de los animales encerrados en un corral. ¿No es posible que exista idéntica diferencia entre los hombres que leen según el variado acicate de su gusto y, de otra parte, los hombres confinados en sus celdas y colegios para cumplir la tarea que se les asigne?
A.D. 1728, Juventud
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"La pereza es una enfermedad que hay que combatir, aunque no le aconsejaría yo que se plegase usted con todo rigor a un determinado plan de estudios. Yo por lo menos nunca he perseverado en un plan durante dos días seguidos. El hombre debe leer aquello a lo que lo guíen sus inclinaciones, pues lo que lee por imposición poco o ningún bien le hará. Un joven debe leer cinco horas al día, pues así adquirirá un gran caudal de conocimientos"
A. D. 1763, AETAT. 54

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