Puede que, por una vez, tenga algo que agradecer a la publicidad previa de una película. Porque, sin esos carteles de una niña montada en un oso polar, con esa evocadora Brújula Dorada en el título, puede que no se me hubiese antojado leer los libros de esta saga. A veces, una imagen ilumina los rincones donde ha caído una referencia, una información recibida, como si un foco de luz hiciese resaltar lo que hasta ese momento estaba en segundo plano. Llevaba un buen tiempo recibiendo críticas, comentarios, sobre el señor Pullman y su Materia Oscura, y estaba pasando de largo, hasta ahora.
Unos libros que me he tragado de un tirón (el primero en una tarde-noche, hasta acostarme de madrugada, aún llena la cabeza de peligros bajo las luces del norte). He vuelto a entusiasmarme, no con la aceptación total de los primeros amores literarios, que rechazan cualquier crítica (supongo que porque mi edad me dispensa de esa ceguera). Pero sí emocionándome en el calor de la aventura, sin dejar la fría consideración de las cualidades narrativas. En este equilibrio se encuentra la virtud, ya que sin peripecias e intrigas que nos interesen no hay nada, igual que están destinadas al olvido las aventuras sin un sentido y un fondo (y no me refiero a las lecciones moralizantes que algunos autores injertan en la literatura llamada juvenil, esperando que los lectores se traguen lo que es claramente un engendro).
Luces del norte empieza con la pequeña Lyra y su daimonion escondiéndose tras una butaca en una sala donde no deberían estar, escuchando y viendo reuniones de adultos, donde surje el eco del lejano norte como territorio de exploración, de aventura, de sucesos trascendentes. Un modo clásico de inyectarnos la curiosidad en el cuerpo: es difícil no querer enterarse de más sobre daimonions y Auroras Boreales, saber qué sucederá a continuación en el Jordan College de Oxford, donde Lyra vive como una huérfana adoptada por la institución, yendo y viniendo en una vida lo más libre posible. Aparecen en escena los siniestros Zampones, un rumor sobre ladrones de niños, apenas creído por nadie, una sombra que señala al norte donde desaparecen los niños robados. Y la fascinante señora Coulter, toda seducción y buenas maneras, o éso parece. Y el aletiómetro, esa extraña brújula que es entregada a Lyra como un tesoro. Y los giptanos en sus barcazas, con su gran rey y su más grande sabio, Farder Coram. Y el oso acorazado, Iorek Byrnison, un fenómeno de fuerza, terrible como enemigo, que siempre cumple su palabra. Y las brujas, y un globo aerostático, y viajes en trineo. Y mucho más que no puedo contar, porque ya es demasiado desvelar de una historia que debe conocerse según quiso el autor, y no seré yo quien la reviente más de lo necesario: sólo quiero transmitir el encantamiento de leer una aventura.
Algunas reseñas:
- una crítica literaria
- dentro del género de fantasía
- en la Wikipedia, ojo, con detalles de la trama.
Hace 2 días
3 comentarios:
Hmmm. Pues en cuento liquide algún título más de mi lista de libros para 2007 cogeré Luces del Norte de la estantería. Lo pedí para Reyes hace tiempo, pero no llegué a abrirlo.
¡Saludos!
Hola estoy creando un periódico digital y me gustaría que colaborases conmigo.
Agrégame a Messenger y hablamos.
Un saludo. Jose Guillermo. Lonuestro27@hotmail.com
en fin, no uso messenger hace años. Y, si a alguien le interesa proponerme algo, que me escriba un mail. Mi correo está bien clarito.
saludos
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