domingo, noviembre 25, 2007

Puede que, por una vez, tenga algo que agradecer a la publicidad previa de una película. Porque, sin esos carteles de una niña montada en un oso polar, con esa evocadora Brújula Dorada en el título, puede que no se me hubiese antojado leer los libros de esta saga. A veces, una imagen ilumina los rincones donde ha caído una referencia, una información recibida, como si un foco de luz hiciese resaltar lo que hasta ese momento estaba en segundo plano. Llevaba un buen tiempo recibiendo críticas, comentarios, sobre el señor Pullman y su Materia Oscura, y estaba pasando de largo, hasta ahora.
Unos libros que me he tragado de un tirón (el primero en una tarde-noche, hasta acostarme de madrugada, aún llena la cabeza de peligros bajo las luces del norte). He vuelto a entusiasmarme, no con la aceptación total de los primeros amores literarios, que rechazan cualquier crítica (supongo que porque mi edad me dispensa de esa ceguera). Pero sí emocionándome en el calor de la aventura, sin dejar la fría consideración de las cualidades narrativas. En este equilibrio se encuentra la virtud, ya que sin peripecias e intrigas que nos interesen no hay nada, igual que están destinadas al olvido las aventuras sin un sentido y un fondo (y no me refiero a las lecciones moralizantes que algunos autores injertan en la literatura llamada juvenil, esperando que los lectores se traguen lo que es claramente un engendro).

Luces del norte empieza con la pequeña Lyra y su daimonion escondiéndose tras una butaca en una sala donde no deberían estar, escuchando y viendo reuniones de adultos, donde surje el eco del lejano norte como territorio de exploración, de aventura, de sucesos trascendentes. Un modo clásico de inyectarnos la curiosidad en el cuerpo: es difícil no querer enterarse de más sobre daimonions y Auroras Boreales, saber qué sucederá a continuación en el Jordan College de Oxford, donde Lyra vive como una huérfana adoptada por la institución, yendo y viniendo en una vida lo más libre posible. Aparecen en escena los siniestros Zampones, un rumor sobre ladrones de niños, apenas creído por nadie, una sombra que señala al norte donde desaparecen los niños robados. Y la fascinante señora Coulter, toda seducción y buenas maneras, o éso parece. Y el aletiómetro, esa extraña brújula que es entregada a Lyra como un tesoro. Y los giptanos en sus barcazas, con su gran rey y su más grande sabio, Farder Coram. Y el oso acorazado, Iorek Byrnison, un fenómeno de fuerza, terrible como enemigo, que siempre cumple su palabra. Y las brujas, y un globo aerostático, y viajes en trineo. Y mucho más que no puedo contar, porque ya es demasiado desvelar de una historia que debe conocerse según quiso el autor, y no seré yo quien la reviente más de lo necesario: sólo quiero transmitir el encantamiento de leer una aventura.

Algunas reseñas:
- una crítica literaria
- dentro del género de fantasía
- en la Wikipedia, ojo, con detalles de la trama.

martes, noviembre 13, 2007

Un lector habitual que no encuentra qué leer, vagabundea por las bibliotecas, por las librerías, igual que un perro sin dueño se acerca, renuente, a husmear las rodilleras del pantalón de algún desconocido. Qué buscamos entonces, en qué libro acabaremos encallando después de estar a la deriva, es difícil saberlo. Un color en la portada, la promesa de repetir viejos sabores, la desesperación por leer ya cualquier cosa, por echar mano de los clásicos que nunca nos defraudan, de nuevo.
En resumen, fatigar anaqueles, que dicen los pedantes.

miércoles, noviembre 07, 2007

Me he apuntado al Evento Blog, que se celebrará en Sevilla el 23, 24 y 25 de noviembre. Al menos estaré allí el sábado, así que, los que quieran ponerse en contacto conmigo, den señales de vida en comentarios, mensajes o como tengan por oportuno. Será un placer saludarles, si hay ocasión.

Martin Rees, astrónomo real inglés, cree que hay muchos universos, quizás un número infinito, cada uno con atributos distintos, en combinaciones distintas, y que nosotros simplemente vivimos en uno que combina las cosas de manera tal que nos permite existir en él. Establece una analogía con una tienda de ropa muy grande: "Si hay grandes existencias de ropa, no te soprende encontrar un traje que te valga. Si hay muchos universos, regidos cada uno de ellos por un conjunto de números distintos, habrá uno en el que exista un conjunto determinado de números apropiados para la vida. Nosotros estamos en ése"
...
En un dibujo a escala del sistema solar, con la Tierra reducida al diámetro aproximado de un guisante, Júpiter estaría a 300 metros de distancia y Plutón a 2,5 kilómetros -y sería del tamaño similar al de una bacteria, así que de todos modos no podrías verlo-. A la misma escala, Próxima Centauri, que es la estrella que nos queda más cerca, estaría a 16.000 kilómetros de distancia. Aunque lo redujeses todo de tamaño hasta el punto en que Júpiter fuese tan pequeño como el punto final de esta frase y Plutón no mayor que una molécula, Plutón seguiría quedando a 10 metros de distancia.


Una breve historia de casi todo, Bill Bryson
leído gracias a una recomendación perfectamente justificada, en Fogonazos: Diez enseñanzas del señor Bryson

jueves, noviembre 01, 2007

El enigma de París, de Pablo de Santis, una novela de homenaje al clásico género detectivesco, a modo de pastiche, con su correspondientes intrigas y asesinatos, en el París de la Exposición Universal, con la torre Eiffel en obras aún. Pero también una historia de iniciación de un joven, que se encuentra con sus admirados Doce Detectives (y sus correspondientes asistentes o adláteres) y, por supuesto, un divertimento que evoca con nostalgia un mundo iluminado por faroles de gas, cuando la electricidad era una recién llegada.
Esta es una novela entretenidísima, bien escrita, eficaz, y me ha gustado especialmente. Claro que, tratándose de detectives, soy un público fácil.
Un fragmento:
Pensé que no hay en la vida mayor gloria que hacer del propio nombre un salvoconducto capaz de abrir puertas y comprar voluntades. Bajé al salón con la alegría que deben sentir los conspiradores ante cada secreto, ante cada símbolo que les señala que están fuera de las cosas triviales de la vida.

Algunas otras opiniones sobre el libro, por Liniers y una reseña debidamente hecha aquí, por ejemplo.