martes, marzo 01, 2005

Por puro prejuicio, hay un montón de libros de los que me he mantenido lejos. Libros que no he leído a propósito, porque me los recomendó alguien de cuyos gustos no tengo buena opinión, o porque me aseguraron que eran libros de obligada lectura para cualquiera con "inquietudes intelectuales". Motivos más que suficientes para apartarse. Total, yo siempre he tenido las inquietudes intelectuales de una gamba rebozada, y muy poco respeto por las convenciones (duduá).

El caso es que siempre me ha fastidiado la posibilidad de estar perdiéndome algo interesante por culpa de este prejuicio (además, me repatea darles tanto poder sobre mis lecturas a los pedantes). Porque a veces tengo que reconocer que un libro, de aquéllos tan recomendables, es bueno de verdad. Como El extranjero de Camus.
Si alguien tiene ganas de decirme "a buenas horas lo leíste", sepan que me da igual. Cada uno es libre de leer o no leer lo que le plazca, en el momento que quiera.

El libro es perfecto como una pedrada en una cristalera. La única forma verídica de contar el argumento sería transcribir el texto, porque no voy a hacerlo mejor de lo que ya está hecho. Así que, ustedes mismos.

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