jueves, noviembre 18, 2004

Pocas personas sabían algo de Basil, y no porque fuera insociable, ni mucho menos, pues si cualquier desconocido hubiera penetrado en sus habitaciones, le habría entretenido con su charla hasta el día siguiente. Pocas personas le conocían, porque al igual que la mayoría de los poetas, podía pasarse sin los demás. Acogía una fisonomía humana con el mismo agrado con que podía acoger una repentina mutación de color en una puesta de sol, pero no sentía la necesidad de acudir a las reuniones, del mismo modo que no experimentaba el menor deseo de alterar las nubes del ocaso.
El Club de los Negocios Raros, G.K. Chesterton

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