lunes, octubre 06, 2003

Elogio de las plumas (fuente)

Pues sí, escribo con pluma. Otra rareza más. Una rareza que arrastro desde hace más de quince años, que yo recuerde, y que ha resistido incluso a los novedosos bolígrafos de tinta líquida (carísimos, y no usan recambios, con lo que tienes que tirar a la basura un instrumento en buen uso: es un desperdicio y seguro que es antiecológico).
Así que, puestos a usar bolígrafos desechables, uso los tradicionales. Y sigo escribiendo con pluma, que da la misma sensación de fluidez que los modernos bolis de tinta, pero en económico. Además, para qué negarlo, te da un aire elegante; siempre que no acabe por llenarte de manchas de tinta, claro (no, no tengo recetas para quitarlas, lo lamento).

De todas las plumas que he tenido, las que mejor resultado me han dado han sido las Parker Vector típicas, que antes se compraban por menos de mil pesetas (ahora seguro que no), y duraban un montón. Por ellas abandoné mi exclusiva fidelidad a las Inoxcrom, y tengo que usar dos tipos distintos de cartuchos (los recambios de ambas marcas son incompatibles).
Hace ya un montón que no tengo que comprar ninguna pluma, y me alegro: la última vez acabé gastándome el triple de lo que tenía previsto, pero estaba harta de las plumas baratas, que duran tanto como esas carcasas de plástico de colorines que tienen. Es que no creo en los productos de usar y tirar (por si no se notaba).

Para más ilustración, Historia de la escritura, en español, con explicación de maravillosas innovaciones, e Historia de las Marcas de Plumas. Todavía me acuerdo de que la primera pluma que usé era de mi abuelo y se llenaba en un tintero, con un émbolo y mucho pulso: estaba hecha de una especie de baquelita o celuloide, una joya anterior al plástico... y aún la conservo!!

Y he encontrado un equivalente londinense al Sanatorio de las Plumas, establecimiento que se encuentra en mi ciudad, incrustado en un edificio antiguo, para ser exactos, en el portal. Uno de esos locales donde se podía encontrar siempre un componedor de paraguas, un zapatero o un afilador de cuchillos. Oficios en vías de extinción, porque ya no vale la pena arreglar nada.

Al final me ha salido la vena decimonónica: es inevitable.

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