De Paseos por Roma, Stendhal
15 de agosto de 1827.- Mi hospedero ha colocado flores ante un pequeño busto de Napoleón que hay en mi habitación. Mis amigos conservan definitivamente sus habitaciones en la plaza de España al lado de la escalera que sube a la Trinita dei Monti.
Supongan dos viajeros bien educados, que recorren juntos el mundo; cada uno de ellos se complace en sacrificar al otro sus pequeños proyectos de cada día y, al fin del viaje, resulta que se han incomodado constantemente.
¿Son varios los que quieren ver una ciudad? Se puede convenir una hora por la mañana, para partir juntos. No se espera a nadie; se supone que los ausentes tienen razones para pasar solos esa mañana.
Por el camino, se acuerda que aquel que se coloca un alfiler en el cuello de su traje se vuelve invisible; ya no se le habla. Por último, cada uno de nosotros podrá, sin faltar a la educación, viajar solo por Italia e incluso volver a Francia; ésa és nuestra carta escrita, y firmada, esta mañana en el Coliseo, en el tercer piso de los pórticos, sobre el sillón de madera que allí colocara un inglés. Por medio de esta carta esperamos querernos al volver de Italia tanto como al venir.
Este blog magnífico sigue estos paseos de Stendhal por Roma, obra a obra, una maravilla de dedicación.
Hace 1 semana