martes, marzo 11, 2008

EL DESTINO SIEMPRE TE SALE AL CAMINO (albanés)

Era y no era un viejo que vivía en un pueblo. Trabajaba día y noche, pero no ganaba ni para un mendrugo de pan.
Un día decidió marcharse para averiguar cuál era su destino y le dijo a su mujer:
-Querría irme para averiguar cuál es mi destino, porque así no puedo vivir.
Y ella le dijo:
-Ve.
Y se fue.
Pronto le salió al camino un lobo, que le preguntó:
-¿Adónde vas?
-Voy a buscar al Señor para que me diga cuál es mi destino -respondió él.
-Pregúntale de mi parte por qué, aunque coma más y más carne, nunca me siento saciado.
el hombre siguió camino y llegó a la orilla del mar. Allí encontró un pez enorme que saltó fuera del agua y le preguntó:
-¿Adónde vas?
-Voy a buscar al Señor para que me diga cuál es mi destino -respondió él.
-Pregúntale de mi parte por qué, aunque estoy dentro del agua día y noche, siempre tengo sed.
El hombre cogió al pez y lo tiró de nuevo al mar. Siguió camino hasta que llegó a una taberna y entró para comer un poco de pan.
El tabernero le preguntó:
-¿Adónde vas?
-Voy a buscar al Señor para que me diga cuál es mi destino -respondió él.
-Pregúntale de mi parte por qué, da igual las semillas que plante, en mi huerto no crece nada.
Y el hombre siguió camino, y caminó y caminó hasta que se le apareció un Ángel que le preguntó:
-¿Adónde vas?
-Voy a buscar al Señor para que me diga cuál es mi destino -respondió él.
-Yo soy el Señor -dijo el ángel-. Vuelve a tu casa, que tu destino te saldrá al camino.
-Un lobo me ha pedido que te pregunte por qué, aunque coma mucha carne, nunca se siente saciado -le preguntó el hombre.
-Dile al lobo que hasta que no coma carne humana no se sentirá saciado -respondió el ángel.
-Un pez me ha pedido que te pregunte por qué, aunque está dentro del agua día y noche, siempre tiene sed.
-Dile al pez que hasta que no expulse la piedra preciosa que tiene en el estómago, siempre tendrá sed.
-Un tabernero me ha pedido que te pregunte por qué, da igual las semillas que plante, en su huerto no crece nada.
-Dile al tabernero que hasta que no desentierre un tesoro que hay en su huerto no crecerá ninguna semilla que plante.
El ángel se fue y el hombre emprendió el camino de regreso. LLegó a la taberna y le dijo al tabernero:
-He hecho lo que me pediste, y el ángel me dijo que hasta que no desentierres un tesoro que hay en tu huerto no crecerá ninguna semilla que plantes.
-Ayúdame a desenterrar el tesoro -dijo el tabernero-. Te daré la mitad.
Pero el hombre dijo:
-No lo haré, me voy porque mi destino me saldrá la camino.
Así que se fue y llegó al mar donde estaba el pez.
-He hecho lo que me pediste, y el ánel me dijo que tienes una piedra preciosa en el estómago y hasta que no la expulses no dejarás de tener sed.
Y el pez se arrastró por la orilla hasta que expulsó la piedra preciosa.
-Coge esta piedra, con ella te podrás comprar un reino entero -le dijo al hombre.
-No lo haré, me voy porque mi destino me saldrá al camino.
Y dejando allí la piedra preciosa, siguió su camino hasta que llegó adonde estaba el lobo.
-He hecho lo que me pediste y el ángel me dijo que hasta que no comas carne humana no te sentirás saciado.
Y el lobo se lo comió. Y el hombre encontró su destino en el camino.


Cuentos populares del Mediterráneo, edición de Ana Cristina Herreros (Siruela)

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