martes, febrero 13, 2007

Hay series que se ven por diversión, matarratos de cierta calidad y ya está, y otras series se siguen con devoción, cada capítulo hace que estrujemos los cojines del sofá, y cuando acaba una temporada, la volvemos a ver y nos complacemos en los detalles (compulsivamente). Creo que mi afición a las series de Joss Whedon no se va a agotar tan rápidamente, tengo para rato: para mí, ya son un clásico, y vuelvo a ver capítulos donde el vestuario me parece trasnochado, los efectos especiales patéticos, los actores imberbes, y me parecen geniales, divertidos, ocurrentes, emocionantes. Debe ser la adicción, que anula mis capacidades críticas.

Resulta que, últimamente, me resulta difícil seguir una serie con ese invariable entusiasmo, siquiera durante una temporada entera. El suspense puede ser intenso y la curiosidad creciente, pero empieza a traslucirse el típico truco para enganchar: desvelar los datos con cuentagotas, durante varias temporadas, dilatando eternamente el momento de la Gran Revelación. Y me decepciono: ya sé de qué va el asunto. No tengo la actitud precisa para seguir este tipo de series (por éso renuncio enseguida a seguirlas). Se ve que no me gusta que me dosifiquen la información, no soporto el suspense estirándose como chicle, los misterios que nunca se revelan (ni se revelarán): creo que me hacen correr como un borrico tras una zanahoria atada a un palo, quieren obtener mi atención para una serie que, en el fondo, nunca me da lo que promete.

Así que me encuentro sólo con el fugaz entretenimiento de CSI (Nueva York) y The Closer en la tele, y probando aquí y allá (por otros medios, claro). De entre lo que más atrayente parece: Doctor Who. Creo en las series que plantean premisas fantásticas de partida, me gusta el campo de juego de la ciencia ficción. Y he leído opiniones muy buenas, en Mr MacGuffin, o tan entusiastas como este comentario, que bastaría para despertar interés.

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