jueves, noviembre 02, 2006

Diez horas en un autobús, viajando para asistir a un entierro. El cielo color malva azulado, pero no cae ni gota, las paradas en estaciones que le dan un nuevo matiz a la palabra Desolación. Como dice mi amiga S., cuando la vida tiende al drama, la naturaleza se encarga de poner el atrezzo.
Diez horas dan para darle vueltas a la mollera. Para decirle adiós a los últimos jirones de infancia, dando por acabada una época. Hemos jugado a ser adultos hasta que acabamos siéndolo. Fingiendo ser mayores hemos ido a trabajar, o comprado un coche, o pedido un préstamo en el banco, pensando que tomábamos sólo la apariencia de la edad adulta, que seguíamos siendo chiquillos abrumados dentro de un traje demasiado grande. Pero resulta que no se ensaya para ser mayor, que ya no seremos jóvenes nunca más, que todo ésto iba en serio.

No hay comentarios: