jueves, mayo 06, 2004

Estoy releyendo Dios, entre otros inconvenientes de Xavier Rubert de Ventós, un librillo de ensayos, sobre filosofía, lenguaje, moda, progreso y otras hierbas.
Lo más curioso es que lo estoy releyendo a mi pesar: encontré una referencia en Consumido que me despertó las ganas de leer ese libro en concreto, cuyo título no me sonaba de nada. Y al empezar a leerlo, me doy cuenta de que ya lo había leído hace unos años (desde que llevo cuenta de lo que leo en este blog ya no me pongo tan redundante). Tampoco me voy a quejar, porque lo estoy pasando bien, que es lo que importa.
Y empieza así:
"La experiencia me dice que cuando todo el mundo se pone de acuerdo para criticar algo, es más la complicidad del grupo que la objetividad del juicio lo que a menudo está en juego. Un exceso de unanimidad me ha parecido siempre algo sospechoso, cuando no temible. Todo consenso demasiado general acostumbra ser el prólogo que anuncia (o el epílogo que legitima) algún tipo de linchamiento, físico o moral. De ahí seguramente mi tendencia a reaccionar frente a ello..."

Y sigue por aquí:
"¡Si uno no cree en la Creación o en la Comunión de los Santos, ya me dirán ustedes cómo va a creer en la Historia o en la Revolución! ¡Si no cree en la más plausible y terrible causa de todos los males, a buenas horas va a creer en otro chivo expiatorio -ayer el comunismo, hoy el integrismo, etc.- encargado ahora de tomar su relevo!"

De paso, creo que me voy a releer el Elogio de la ociosidad de Bertrand Russell, que es ocurrente y muy moderno (en el sentido clásico: se escribió a principio de los años treinta).

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