martes, marzo 30, 2004

Siguiendo con mi costumbre de comentar películas "de evasión" (son las que me gustan, para qué engañarnos), voy a decir unas cosillas sobre Hidalgo. Océanos de fuego.
Primero, es una película entretenida, siempre que se vea con ánimo de divertirse y pasar el rato viendo aventuras. Nada más.
El comienzo no es muy prometedor, y a mí me recordó demasiado al Último Samurái, y me hizo preguntarme cuántos testigos traumatizados (y alcohólicos) de las matanzas indias fueron empleados en espectáculos del "salvaje oeste", para acabar viajando a un país lejano, donde tomar contacto con una distinta visión del honor y bla, bla... A estas alturas, me estaba revolviendo en la butaca.

Pero, en cuanto la historia despega, dejándose de presentar dramas morales, y se dedica a la aventura en sí, la cosa mejora muchísimo. Ésta es una película con muchos tópicos, pero al menos son tópicos que sirven a la trama. Tiene los ingredientes necesarios: el protagonista es un gran jinete, el caballo es un bicho magnífico (en realidad, varios), hay emoción, malos retorcidos, intrigantes damas extranjeras, y misteriosas hijas de jeque. Omar Shariff es un fenómeno, los secundarios cumplen su función de dar el toque característico, y los paisajes dan mucha sed.
Y, siguiendo con la comparación (inevitable) con la película de samuráis, ésta me ha parecido más propiamente de aventuras, más divertida, con más humor, y con un protagonista más favorable a la simpatía del público (el sencillo cowboy con su caballo) y, sobre todo, a mi personal simpatía. No tengo que decir que Viggo Mortensen, sin ser uno de mis favoritos, me parece mejor que Cruise, sobre todo para escenas de comedia, que es tanto como decir que me parece mejor actor...

Si piensan ver la película, mejor no lean lo que sigue, y simplemente, disfrútenla.
Porque ahora viene la parte destructiva: los tópicos que no me tragué.
Los árabes de opereta, el cabrero que habla inglés (bastante raro es ya que lo hablen los jeques y compañía, y que lean novelas del salvaje oeste), los malvados bandidos que llevan un carro con leopardos por el desierto, y todos esos detalles de exotismo que no vienen a cuento (porque no es un film de los cincuenta en technicolor, claro)
Por supuesto, la moraleja final, con el triunfo de lo mestizo sobre la pretendida pureza, la aceptación de la mezcla como algo lleno de fuerza, puede parecernos estupendo, pero está expuesto de una forma simple y previsible.

En resumidas cuentas, es una película que se ve con agrado, sin sensación de haber sido estafado (ésto es un logro). Una película donde lo que importan son los caballos, las dificultades, la aventura, el platónico romance, matar al bandido, salvar a la hija del jeque y ganar la carrera. Nada menos.

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