El maestro y Margarita, de Bulgákov es una novela hermosa, fantástica como un carnaval, burlona y triste. Nunca aburre, siempre sorprende. Su humorismo se encuentra escondido en los detalles, en la riqueza de su realismo, del que saltan, como destellos, momentos de magnífico surrealismo. El diablo, con su increíble séquito, visita Moscú, y lo que sucede a continuación, desde que Berlioz pierde la cabeza (literalmente), hasta el espectáculo de magia negra ofrecido al público moscovita, y el triste destino de la dirección del teatro donde se ofrece, todo sigue el impecable camino de las causas y sus consecuencias, y, además, es completamente disparatado. El gato Popota es mi personaje favorito; no puedo resistir esa imagen de un gato parlante que camina sobre dos patas y pretende pagar el tranvía.
Y en medio de toda esta rocambolesca historia, aparecen, haciendo de fondo satírico, todos esos asuntos de los que no creo que se pudiera hablar por aquel entonces: el problema de la vivienda en la capital, los privilegios de los escritores con carnet, la codicia y la miseria entrelazadas, la ansiosa acumulación de divisas, las denuncias anónimas, las personas que desaparecen de la noche a la mañana sin que nadie se atreva a preguntar por ellas, las comilonas de los que pueden permitírselo, las habitaciones con cocina comunitaria del resto... Pero son sólo un fondo, una estampa alegre y tornadiza que apenas da tiempo a ver, entretenidos como estamos por la historia en sí.
De todos modos, no resisto la tentación de poner en relación unos pasajes que transcurren en un manicomio (donde se encuentran unas cuantas víctimas de la visita diabólica, nada locas, pero incapaces de hacerse creer) con una novela de Chesterton, titulada La esfera y la cruz. Y todo, porque en ambos casos el diablo hace su aparición, y todos acaban en el manicomio. También es una novela muy divertida, y recomiendo ambas.
Repito el enlace a otra opinión sobre El maestro y Margarita, por si hay quien se interese.
Hace 1 semana
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