viernes, junio 12, 2015

Amsterdam (2)

Continuando con el viaje, tomamos un tren de Bruselas a Amsterdam (3h) por la mañana, pertrechados con unos bocadillos, así que teníamos la tarde libre para explorar. Decidimos empezar por la clásica visita al Barrio Rojo, la zona más antigua de la ciudad. Definitivamente recomiendo visitarlo temprano por la mañana (como siempre) para evitar tanta gente. La verdad es que es una zona muy bonita, se ve en un cuarto de hora, y se puede alargar el paseo hasta Niewmarkt y tomarse una cerveza frente al famoso Waag, un edificio del s.XV situado en la plaza. Una plaza muy animada, además.

Un día fabuloso en Amsterdam sería, por ejemplo, salir temprano a ver el Rijksmuseum (hay que estar en la puerta cuando abran) y correr a la segunda planta a contemplar los famosos cuadros de Rembrandt, en especial La Ronda de Noche, antes de que lleguen las masas. No sólo es una visita obligada, es que además es una maravilla. Y hay algunos cuadros más que son de verdad dignos de verse. Las pinceladas en la manga del caballero en el cuadro de La novia judía, ya son algo que merece la pena la visita. Y todos los Vermeer.
Después de la sobredosis de arte, conviene despejarse, así que se puede ir a dar una vuelta por De Pijp, que está al lado del museo, simplemente cruzando un canal.
Como ya será la hora de comer, acercarse a Albert Cuypstraat, donde hay un mercadillo por todo lo alto, bien montado, con variedad de mercancías, pescado, flores, arenques, quesos, ropa, fruta. Hay un montón de puestos donde se puede comer algo, pollo asado, bocadillos de aceitunas y queso, gofres (cómo no!), frutos secos, zumos de frutas, y a veces tienen un espacio con bancos donde sentarse.
Si no te apetece, puedes ver los bares y restaurantes de la misma calle, o de las calles de al lado, que son muy interesantes, o en las plazas de  Gerard Douplein, o Marie Heinekenplein, donde suele haber bares llenos y mucha animación.
Mi local favorito para comer o cenar está en la misma Albert Cuypstraat, y se llama Bazar. Está en una antigua iglesia, es un local inmenso, pero suele llenarse por las noches y fines de semana.  La comida es abundante, los precios muy económicos, y hay carta en español. Tampoco es que sea una comida sofisticada, pero está buena. Inmensos bocadillos y ensaladas, los platos principales se sirven en una bandeja tamaño lebrillo, y una mención aparte para los baklavas, que son de los mejores que haya probado nunca.

Muy recomendable, incluso para los que no sean fans del pintor, es el Museo Van Gogh. Es algo completamente distinto de ver reproducciones. Aproximarse a una pintura desde el fondo de una sala, es alucinante, sobre todo el famoso cuadro de los cuervos sobre el campo de trigo, causa una gran sensación. Se pasan dos horas estupendamente. Creo que es el mejor museo dedicado a un solo artista que haya visto en mi vida.


Hay un montón de barrios donde las casas llevan fechas del mil seiscientos o antes, la zona antigua, y el Jordaan, una zona magnífica para pasear, con mucho encanto también (mi favorita sigue siendo De Pijp).
En cambio la zona del cinturón sur, alrededor de Leidseplein es simplemente la típica zona comercial llena de franquicias y garitos de copas, sin ninguna gracia particular. Del mismo estilo, la zona medieval alrededor de Damn (la gran plaza) también está dedicada al turismo masivo. Pero al menos, sigue teniendo edificios muy singulares.
Conviene, entonces, evitar las arterias principales, perderse en las callejuelas. Y me he dado cuenta de que es mucho mejor no visitar la ciudad, ni particularmente sus museos, en fin de semana (si puede evitarse). En general es una buena idea para casi cualquier ciudad. Aunque tampoco es que los lunes sean muy aprovechables!

Evidentemente lo más interesante es pasear, barrio a barrio, cruzar canales y más canales, esquivar bicicletas (qué peligro!, están por todas partes, y no van de paseo!), subir y bajar del tranvía, perderse por las callejuelas, curiosear las ventanas de las casas, observar la vida cotidiana. Lo mejor de la ciudad es que no es decorado, es una ciudad viva. Da una sensación muy agradable de clase media consistente y antigua, de que mientras aquí se construía El Escorial, por ejemplo, allí la gente corriente se hacía sus casas y un panadero podía permitirse que le pintaran un retrato. Allá por el mil quinientos y pico.
En resumen, Amsterdam me ha gustado a rabiar. Tal como todos mis conocidos me advirtieron que me pasaría. Soy previsible, al fin.

No hay comentarios: