Parece que me voy a poner repetitiva. Porque iba a hablar de una película japonesa de dibujos animados que me dejó fascinada, hasta el punto de verla dos veces casi seguidas (bueno, en parte porque ese mundo animista-ecologista-legendario no es tan fácil de comprender para una persona prosaica como yo). Se trata de La Princesa Mononoke. Es una historia sorprendente, refrescante, extraña, como llegar a una costa desconocida.
Y ahora he conseguido otra película del mismo autor, que hace tiempo codiciaba: El viaje de Chihiro. Pueden leer una crítica, de las muchas que hay (todas buenas, quede claro). Estoy exultante y seguro que me paso un par de días de inmersión en el inconsciente japonés...
Para variar, he empezado a leer un libro que me han prestado: El maestro y Margarita, de Bulgakov. Humor surreal en la Rusia de los años 20. Seguro que me gusta, y me ayuda a superar mi aversión por los novelistas rusos (excepto Gógol, claro).
De regalo, un cuento de Gógol, El abrigo, que no tiene ninguna gracia, aunque está escrito con indudable humor.
Hace 1 semana
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