sábado, octubre 18, 2003

He leído por ahí una definición de Underworld como una mezcla de Blade y Matrix y no me ha parecido una mala explicación de lo que se va a ver (si consideramos que la referencia a Matrix es una garantía de efectos visuales espectaculares, tan sólo). Desde luego, ella va vestida con ese estilo tan de moda, cat woman-trinity, que parece inevitable en el género fantástico últimamente: supongo que para delectación de los morbosos. Pero sólo se parece a Blade en el tema y todo lo que ello implica: evidentemente, siempre es de noche, y hay paseo por los subterráneos de la ciudad, con exhibición de acrobacias imposibles y negras gabardinas que ondulan cuando el protagonista camina (sobre ésto se hacen muchos chistes en Angel, por ejemplo, pero ésa es otra historia).

Me ha parecido una película entretenida: no pasará a mi lista de favoritas, pero reconozco que me ha gustado bastante (tengo debilidad por estos temas, por si no se nota). Ambientación oscura y lóbrega, bajo una lluvia casi constante. Amores contrariados, amores desgraciados y desamores. Enemistades seculares. Personajes pálidos de dientes afilados y ojos brillantes. Escenas de acción conseguidas, aunque ya es difícil impresionar al público con ningún efecto especial (ni con ninguna transformación en hombre lobo, o resurrección de vampiros resecos, en las que sigue resultando mejor una sombra y una insinuación... por mucho efecto CSI para ver el interior del cuerpo que nos pongan: qué manía más rara de enseñar costillas y venas)

Con una estética que recuerda a los años ochenta, los vampiros son elegantemente decadentes, en su lujosa mansión, rodeados de brocados y terciopelo, y los licántropos parecen marginales habitantes de las alcantarillas (pero no aparecen mujeres entre ellos, no sé porqué).
A veces, esta película parece complacerse demasiado en la ambientación, en la estética. Pero éste es un defecto que comparte con otras muchas películas, además del estiramiento del metraje a la hora del desenlace. Uno permanece interesado mientras se plantea la historia, se enreda la maraña y los personajes hacen su parte. Pero, cuando ya está todo planteado, definido cuál es el lugar de cada cual en la trama (su nicho ecológico, en este caso...) y sólo queda el remate final, que esperábamos breve y violento, se enredan en veinte minutos de peleas: no tiene demasiado sentido una exhibición de lucha, cuando una única escena concluyente hubiera bastado.

Y, por supuesto, todo acaba de tal manera que la segunda parte está servida en bandeja. Otra cosa en la que las películas de acción, aventuras y fantasía parecen coincidir últimamente.

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