martes, agosto 05, 2003

Las opiniones sobre cine siempre son radicales.

Y es que los diez grandes bodrios modernos de Mr. Pawley son, al menos, decepcionantes, si una tiene ese concepto del cine que lleva a admirar a John Ford.

Me gustan muchas películas "serie b" de Clint Eastwood, pero no soporto Los puentes de Madison. Tampoco me vengan con que Sin perdón es una obra maestra: es aburrida, y sólo se salva por su apocalíptico final. Tenía razón mi amigo P., se pasa uno la película esperando a que pegue la patada en la puerta y diga "¿quién es el dueño de esta pocilga?". Hasta Infierno de cobardes es más profunda y más sutil.

Otro bodrio: Gladiator es infame, un pastiche que mezcla Espartaco y Ben Hur para conseguir emociones robadas, una película que gasta la mitad de su metraje en explicar que existieron civilizaciones antiguas, y quiénes eran los romanos, para luego hacernos creer que el norte de África era una región atrasada y miserable (jar, jar) y que se llegaba desde Hispania en carro. Increíble, infumable e idiota.
Todo lo que aparece en Gladiator engrandece las películas que ha saqueado: Quo Vadis, La caída del Imperio Romano (de la que copia todo el comienzo: exactamente igual, con su emperador moribundo al mando de sus legiones en nevado paisaje y todo lo demás...), Barrabás (de ella se saca toda la ambientación de los gladiadores) y hasta aquella serie de tv, Yo, Claudio.
Me pregunto qué hay nuevo en esta película, además de los efectos especiales. Toda ella parece hecha de pedazos robados.

Y viendo todo esto, ya no me pregunto el porqué de la avalancha de remakes, adaptaciones y libres versiones que se nos viene encima: parece que a Hollywood ya se le secaron las ideas.

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