domingo, mayo 18, 2003

Firma invitada del mes: Otis B. Driftwood, quien escribe lo que sigue...
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Menuda Obra Maestra, ché

Es uno de mis libros de cabecera, que por problemas de espacio no pude traerme hasta Alemania. Es una recopilación de análisis sociales realizada durante diez años en uno de los países americanos con más turbulenta historia durante el siglo XX. Es, también, una obra maestra de la sátira y el humor sutil, no exento de una cierta negrura. Y lo mejor de todo es que no es un sesudo tratado político, ni una obra de psicología, aunque contiene elementos de ambas ramas, sino que es una colección de tiras cómicas. Hablo, por supuesto, del libro Todo Mafalda del genial autor argentino Joaquín Lavado, «Quino».

Ya casi no recuerdo cuándo comencé a leer a Mafalda, debía tener siete u ocho años y le "robaba" a mi tía los libritos que su novio le iba regalando, aquellos cuadernillos editados por Lumen y a los que se les salían las hojas apenas los abrías un par de veces (con el consiguiente cabreo por parte de la dueña). Me encantaban los personajes, sobre todo Miguelito y el deslenguado de Guille, odiaba a la chismosa de Susanita, me quedaba muy "rayado" con el brutíjimo de Manolito, me partía de risa con el mundo imaginario de Felipe... Pero, sobre todo, me fascinaba la protagonista, Mafalda, una niña con un peinado imposible y unas ideas revolucionarias que aún hoy siguen siéndolo. Tuve que preguntarle a mi madre por palabrejas como "contubernio", "pelagatos" o "zapallitos", que no sabía lo que eran y por personajes que me sonaban extraños como U-Thant (antiguo secretario general de una convulsa ONU), Kissinger o el Che Guevara. Y nunca entendí ese odio cerval que Mafalda tenía por la sopa, con lo rica que está.

En realidad, Mafalda nos gusta a todos en mi familia, y todos hemos leído desde hace años las tiras que aparecían en esos cuadernillos, en las revistas de crucigramas o en algún que otro periódico, e incluso cuando charlamos entre nosotros empleamos con frecuencia e inconscientemente frases "mafaldísticas", con especial querencia por las de Guille, sobre todo la clásica "¿¡¿Po Qué?!?" o "¿Y zi mejod la pateo?" cuando no llegamos a comprender algo del todo. Huelga decir que quienes nos oyen y no conocen la historia suelen pensar (igual con razón) que estamos como una cabra :) Por supuesto, cuando éste que escribe decidió hacer un gasto indecente de dinero y comprarse el "Todo Mafalda" (popularmente conocido como el "Tocho Mafalda"), se volvieron locos en casa, tuve que hacerme fuerte en el cuarto de baño para poder leerlo de cabo a rabo antes que nadie y, aun así, creo que no debí de irme sin ponerlo bajo vigilancia...

Claro, pasan los años, uno se va haciendo mayor (lo que no significa necesariamente vaya madurando) y comprende todo el contenido que las tiras de Mafalda contienen y, más traumático, la validez que siguen teniendo hoy. Y luego accede a otros trabajos de Quino, normalmente de una sola viñeta, y se da cuenta de que es un humor mucho más amargo, totalmente desprovisto de esa inocencia que Mafalda y sus amigos destilan (y que no les impide soltar vitriolo una y otra vez). El propio Quino se ve, a través de sus entrevistas, como una persona muy seria que recurre al dibujo humorístico para expresarse, pero al que le cuesta reírse de sus propios chistes. Es muy ilustrativo el último cuaderno que se editó de Mafalda, "Mafalda Inédita", donde se recorre la historia del personaje durante la década de los 60 y 70 (Quino dejó de dibujarla en 1973), haciéndola correr paralela a la historia política argentina en ese mismo período. Se comprende perfectamente mientras se lee cómo la mayoría de las tiras eran (son) amargas críticas a un sistema que no era (es) capaz de salir de sus propias desigualdades. "El mundo está enfermo", decía Mafalda con toda sinceridad en una viñeta brutal, directa, sin paliativos. Y es que el mayor acierto de Quino fue poner su punzante visión de las cosas en los ojos y la boca de niños de seis años, lo que le añadió un punto de acidez aún mayor, si es posible.

Mafalda no es sólo Humor con mayúsculas, es también Historia. O viceversa. Y precisamente el hecho de que no haya perdido vigencia hoy día implica que seamos capaces de seguir viendo a través de sus ojos los mayores defectos del mundo en que vivimos. Pero más que eso, nos puede poner en la pista de cómo hacer para intentar arreglarlo. Mafalda nos volvió a muchos de nosotros respondones, y bueno sería que la pusiéramos como ejemplo para las generaciones que vienen. A partir de los seis meses de vida, si es posible.

Referencia: Página oficial de Joaquín Lavado, «Quino». Muy completa, con una interesante sección de FAQs, cronología del dibujante y acceso a los vídeos de Mafalda y sus amigos rodados por Juan Padrón.
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Si quieren saber de mí, sepan que hoy escribo en Cisne Negro, quien, por su parte, está por Carpe Diem. Mientras tanto, éste se hospeda hoy en casa de Mr. Driftwood.
Disfruten del experimento: Sólo por un día, recuerden!!

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