lunes, septiembre 22, 2003

A partir de que en Crisei se hablaba de las clases de literatura, y se recomendaba en los comentarios, he leído Como una novela, Daniel Pennac

Está tan lleno de ironía y encanto, que me ha hecho pensar que quizás no todos los profesores de literatura sean destripadores y disecadores como los que me tocaron, capaces de extraerle cada gota de jugo a un texto, hasta dejarlo cadáver despiezado. Si me pongo a pensar la cantidad de autores, de regiones enteras, que me hicieron aborrecer... (sigo sin tragar a Dostoievski). Cada tarde que gasté en lecturas obligatorias permanece en mi memoria, como una larga condena, que me impedía atiborrarme de ciencia ficción, fantasía o género negro (otra cuestión sería lo largas que eran las tardes a esa edad, eternas)
Con los años, desarrollé una maravillosa "memoria selectiva" que me hacía retener las lecturas necesarias para aprobar un examen sin que me dejeran posteriormente ninguna huella. Una cosa muy práctica.

Éso sí, despertaron en mí un ansia de anarquía que aún perdura, de leer bobadas, idioteces, de reírme leyendo, de leer párrafos en alto, del vicio y del abuso, de leer a todas horas, por puro gusto, hasta indigestarme. Y éste es justamente el espíritu de Pennac. El gusto por la lectura no se crea obligando a leer, se contagia como una enfermedad (a mí me lo pegó mi madre, seguro, porque es la única persona letrada que tuve cerca).
Y ahora un párrafo, que es música para mis oídos:

"En materia de lectura, nosotros, "lectores", nos permitimos todos los derechos, comenzando por aquellos que negamos a los jóvenes a los que pretendemos iniciar en la lectura.
1) El derecho a no leer
2) El derecho a saltarnos las páginas
3) El derecho a no terminar un libro
4) El derecho a releer
5) El derecho a leer cualquier cosa
6) El derecho al bovarismo
7) El derecho a leer en cualquier sitio
8) El derecho a hojear
9) El derecho a leer en voz alta
10) El derecho a callarnos.


(Me acuerdo ahora que ya antes solté una andanada sobre el asunto, aquí)

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