martes, noviembre 15, 2005

Por Dios, ¿cómo se llamaba aquel hombre?--Escribo con tanto apresuramiento que no tengo tiempo para hacer memoria ni para buscarlo:--¿Quién fue el primero en observar 'que nuestro aire y nuestro clima eran muy inconstantes'? Quienquiera que fuese, hizo una observación muy aguda y muy cierta.--Pero el corolario que se sacó de ella, a saber: 'que es esto lo que nos ha provisto una variedad tan enorme de caracteres singulares y caprichosos', --esto no fue suyo;--esto lo descubrió otro hombre por lo menos siglo y medio más tarde. Y luego:--que ese abundantísimo almacén de materiales originales es la causa verdadera y natural de que nuestras Comedias sean mucho mejores que las francesas o que cualesquiera otras de las que o bien ya se han escrito o bien pueden escribirse en el futuro en el Continente,---ese descubrimiento no llegó a hacerse enteramente hasta mediados del reinado del rey William,--cuando el gran Dreyden, en uno de sus largos prefacios (si no me equivoco), dio felizmente con ello. Cierto que a finales del reinado de la reina Anne el gran Addison se puso a patrocinar la idea y se la explicó al mundo con más detalle en uno o dos de sus Spectators;--pero el descubrimiento no fue suyo.--Y finalmente, en cuarto y último lugar, la observación de que esta extraña irregularidad de nuestros caracteres---en cierto modo nos ofrece una compensación al proporcionarnos con ello algo con lo que divertirnos cuando el tiempo no nos permite salir a la calle,--es mía;--y se me ha ocurrido hoy mismo, 26 de marzo de 1759, día lluvioso, entre las nueve y las diez de la mañana.

Tristram Shandy, Laurence Sterne. Cap. Veintiuno, Vol. I.

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