domingo, septiembre 28, 2003

En Belatza se ha empezado a recordar esas primeras frases de libros que nos han fascinado, y yo no he podido dejar de pensar en cómo empieza La Isla del Tesoro, uno de los libros mejor escritos del universo. Así dice, según versión de la editorial Valdemar:

Dado que el squire Trelawney, el doctor Livesey, y el resto de los señores me han pedido que escriba todos los pormenores referentes a la Isla del Tesoro, de principio a fin, sin omitir otra cosa que la situación de la isla, y eso porque aún quedan allí tesoros por desenterrar, tomo la pluma en el año de gracia de 17... y retrocedo a la época en que mi padre llevaba la hostería del «Almirante Benbow», y el viejo curtido marinero, con el sablazo en la cara, vino a alojarse bajo nuestro techo.

Qué hermosura. En esta primera frase está contado el libro entero. Ya sabemos (por si el título no nos ha bastado) que se trata de una isla con un tesoro; sabemos ahora que el protagonista de la aventura nos va a contar sus recuerdos, que todos volvieron con bien, y que todo comenzó en una posada, a la que llegó un tipo de dudoso aspecto... allá por el mil setecientos y pico.

¿Quién puede resistirse y no seguir leyendo, cuando, a continuación se nos describe a Billy Bones, que llega a la posada con su cofre de marinero, cantando Quince hombres van con el cofre del muerto y que exige atenta vigilancia de cualquier marinero con una sola pierna??


En realidad, he hecho trampa, porque no es así el verdadero comienzo del libro, como pueden leer, si les place, en La Isla del Tesoro.
Empieza, en realidad, con un mapa. Pero las primeras letras son un poema dedicado Al comprador indeciso. Una belleza.

Y gracias a Otis B. Driftwood por las señas y la información. Iremos por mitades en el botín, camarada.
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Ni a rastras me volverían a llevar a esa isla maldita; y mis peores pesadillas son aquellas en las que oigo el estampido del oleaje a lo largo de sus costas, o cuando me incorporo sobresaltado en la cama, con la voz estridente de Capitán Flint resonándome aún en los oídos: "¡Piezas de a ocho! ¡Piezas de a ocho!"

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