Me he pegado un viaje de los buenos, con parada en Bruselas y Amsterdam, que ha durado diez días, y anoto aquí lo que me ha parecido. Todo puramente personal
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1º. Bruselas.
Primeras impresiones.
Es una ciudad algo destartalada, caótica y absurda, un poquito como Madrid, otro poquito como París, y con un toque de Sevilla. Mención aparte para los camareros que te abordan para que entres al restaurante, en una calle de dos metros de ancho, ocupada a todo lo largo por mesas: evitad la Rue des Bouchers en hora punta (en general, evitadla). La zona típica, la Grand-Place y alrededores, es para visitarla a las 9 de la mañana, cuando están los camiones de reparto, y así disfrutar de ese rato de calma.
Hay que llevar calzado sujeto y con suela gorda, que ya se sabe que el adoquinado es traicionero, pero éste mucho más, así que cuidado con las piedras sueltas, los agujeros, los baches, los turistas comiendo gofres, el tráfico, más turistas haciéndose selfies, etc.
Es una ciudad con encanto, pero, como muchas capitales europeas, se parece mucho a toda las demás y muy poco al país que la rodea.
Qué ver.
Ante todo, hay que madrugar (como siempre). Puestos a elegir, mejor sería evitar los fines de semana (y los lunes, que cierran todo)
Musée de la Bande Desinée. A mí personalmente me gustó mucho, la exposición, el edificio, los detalles tontos que tanta gracia nos hacen a los friquis!. Me saqué foto con el cohete de 'Objetivo: la luna' que hay en el hall, claro está!
Casa Horta. Sólo abren por la tarde, así que atentos al horario y procurad estar allí antes de que abran. Aunque queda apartado del centro, los fines de semana se pone hasta arriba. Pero merece la pena si eres amante del decó y las artes decorativas, y te emocionas viendo el tirador de una puerta o el diseño de unos azulejos. La habitación de la hija del señor Horta es una maravilla con la que soñar.
Chagall. A Retrospective. Para gustos están los colores, así que para mí estar en el lugar y no ver esta exposición hubiera sido imposible. Vamos, que me gusta Chagall. Mucho. Y la exposición me pareció fenomenal, de darme ganas de echar unos bailes por las salas y dar grititos cuando ves tus cuadros favoritos. Mi acompañante no compartía mi entusiasmo y simplemente le pareció bien.
Comer y cenar.
Ante todo, hay que cambiar de parámetros y dejar de pensar en comer consistente y cenar algo ligero. Todo lo contrario, la cena es la comida principal.
A la hora de comer (hacia la 1 del mediodía) es mejor elegir un sitio donde sirvan sopas, ensaladas y/o bocadillos y dejarse de tonterías. Es lo que hacen los lugareños. Hay una cadena de locales que se llaman
Exki que son apañadísimos y los hay por toda la ciudad en sitios céntricos.
Además de los omnipresentes garitos de gofres y patatas fritas para el turismo, hay restaurantes donde sirven especialidades locales, guisos de carne, carne a la parrilla, o los famosos mejillones. Los más recomendados están en la Place Ste Catherine y alrededores, y la verdad es que no tienen mala pinta. A la hora de cenar se pone animado (a partir de las siete y media de la tarde). Pero el caso es que nos gustó más una calle lateral, la Rue de Flandre, donde hay más variedad. Por si queréis probar los típicos mejillones, en Le Pré Salé salen por 23,50 una cazuela como de un kilo, y es un bar de los de toda la vida, con su azulejo y su cocina a la vista. Se llena enseguida, así que hay que ir temprano. Un sitio de comida sencilla. Otro local que nos gustó mucho en la misma calle es
Chez Claude, un restaurante muy majo, con las paredes todas recubiertas de fotos, y un ambiente muy soul, la comida está bien.
Para tomarse una cerveza, la zona que más nos ha gustado es la de Saint-Géry, alrededor de un antiguo mercado reconvertido en sala de exposiciones y café. Hay unos cuantos bares para elegir, simplemente hay que darse una vuelta y elegir terraza (si el tiempo acompaña). Muchos sirven aperitivos, queso, salchichón, aceitunas, o bocadillos. El ambiente es relajado y agradable.
Curiosidades.
Es fácil entenderse con cuatro palabritas en francés, y los carteles e indicaciones vienen en los dos idiomas, pero la gente habla francés en su mayoría.
En Bruselas no sirven agua del grifo (ni tap water, ni caraffe d'eau), así que puedes dejarte una fortuna en agua mineral en los restaurantes.
Tampoco hay (casi nunca) cerveza sin alcohol. Punto negativo si viajas con alguien que no puede beber alcohol, por ejemplo.
2º Brujas y Gante
Es fácil llegar a cualquiera de estas dos ciudades desde Bruselas en tren. Brujas queda a una hora, Gante a 35min, así que se puede dedicar un día a cada una.
Brujas es otro más de esos lugares que parecen un parque temático. Muy bonito, éso sí.
Lo mejor de Brujas:
- Callejear alejándose de la zona más famosa, la Grand-Place.
- El museo
Groeninge, con sus cuadros de los primitivos flamencos, una verdadera maravilla, sobre todo el emblemático del museo, esa pintura de Jan Van Eyck es algo que vale la pena verse. Espectacular. (Si no te interesa el arte, ni la pintura, ahórrate el dinero de la entrada, pero, la verdad, no entiendo para qué irse hasta Brujas y no disfrutar de nada de todo esto)
Gante
Suele gustar más, sobre todo porque es una ciudad con su propia vida, no está enfocada del todo al turismo. Incluso cuesta trabajo encontrar la oficina de turismo (está frente al castillo). Hay varios monumentos visitables, pero lo más interesante es pasearse contemplando la ciudad. Hay un local de comida rápida, de sopa, bocadillos y ensaladas, económico y bastante apetecible,
Soup'r, que es muy frecuentado. Tengo la teoría de que hay que comer donde veas que comen trabajadores, de traje o de mono, y aquí había de ambos.